''Es, en esencia, una manifestación más de ese GUSTO POR LA TORTURA Y LA CRUELDAD, que en España está tan arraigado.''
La incultura judeo-cristiana nos adoctrina en la cosificación de todo lo que no sea humano. Coral Bravo
Jueves, 7 de febrero de 2019
Todos los uno de febrero se celebra el Día del Galgo,
un recordatorio que pretende concienciar a la sociedad española de la
crueldad que se ejerce, especialmente por parte de los cazadores, contra
esta sufrida especie animal; una crueldad que sigue muy vigente a pesar
de que ahora existe algún tipo de control para frenarla. Colgar galgos
en los árboles de los campos españoles es, todavía, un hábito terrible
que se puede encontrar en muchos lugares del país al final de la época
de caza. Es, en esencia, una manifestación más de ese gusto por la tortura y la crueldad
que en España está tan arraigado. Una vergüenza más que ya tendría que
estar superada, y que sólo ha disminuido porque ahora se puede multar,
aunque las multas son mínimas y tan vergonzosas como la barbarie de los
que ahorcan a los perros que han vivido para servirles (...)
La especie humana, en general, es, según nos muestra la evidencia,
destructiva y destructora. Según los datos del Living Planet Index del
World Wide Foundation (WWF) la humanidad ha exterminado al 60% de los animales del planeta en los últimos 40 años.
Un dato estremecedor, teniendo en cuenta que la biodiversidad es la
infraestructura y un requisito imprescindible para la vida. Pero en
España, además de eso, se dice que la tortura animal es cultura. La
realidad es terrible, pero es la realidad: ahorcamos galgos, torturamos
toros hasta que agonizan y mueren, lanzamos a vacas por acantilados,
muchas de las cuales mueren de terror antes de llegar al mar, lanzamos a
gansos y cabras desde campanarios, prendemos con fuego los cuernos de
toros hasta que se carbonizan o mueren de paros cardíacos, para que
sufran, y cuanto más sufran, mejor (...)
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