Pues a mí, qué queréis que os diga, me llena de orgullo y satisfacción contemplar como, en un gesto de solidaridad tan inaudita como extrema, jóvenes trabajadoras de Bangladesh, China, India y Vietnam, entre otros países; trabajadoras hechas a sí mismas fabricando ropa para el mercado occidental a cambio de salarios miserables de en torno a tres euros por día trabajado, hayan decidido donar 309 millones de euros al infrafinanciado sistema sanitario de nuestras Comunidades Autónomas para la adquisición de equipos médicos destinados a diagnosticar y combatir el cáncer. Eso sí, que a ni una de ellas se le ocurra venir a España de turismo sanitario. Si padecen cáncer o cualquier otra enfermedad, que se la traten en su país. Los españoles, siempre que no sean indepes de mierda o desaseados radicales de ideología bolivariana, lo primero.
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