Marisa Peña · 2/11/2019 Muy interesante, nuestro Félix Maraña y la casa de Aleixandre.
Pasen y lean... Félix Maraña ha compartido un enlace en el grupo Desde la palabra.
La
casa en que vivió el poeta Vicente Aleixandre (1898–1984) en la calle
de Velintonia de Madrid, está en ruinas, y no parece que haya
institución pública en este país que se sienta, no ya obligada, sino
simplemente aludida, ante la amenaza de escombros. Nos hemos ido
acostumbrando a que la cultura sea una ruina permanente entre nosotros,
porque el modo en que, aquí, allí, allá y acullá se maltrata el
Patrimonio es proverbial y no creo que haya, si lo hay, país en el mundo
que tenga esa tentación liquidacionista que aquí se ha cultivado en 40
años de proceso democrático.
No ya que las autoridades lleguen a entender que sin Cultura no hay
democracia que prospere, sino que ni atienden las llamadas de dignidad
de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, que claman en el
desierto de Madrid, gobierne quien gobierne. No hay manera de -que- los
gobernantes entiendan que, si la Academia Sueca dio el Nobel en 1977 al
poeta Vicente Aleixandre, no solo premiaba a uno de los grandes poetas
del mundo, sino a la propia, esperada y nascitur democracia.
Se premiaba a un poeta y a una morada, su casa de Velintonia, como embajada de la libertad de muchos, isla dentro de la finca acorralada, en la heredad que tantos ciudadanos e intelectuales españoles tuvieron que abandonar en 1939, so pena de muerte, derribo o muerte lenta. «Vicente –me dijo un día Celaya, a la puerta de aquella casa de acogida– fue mi salvación al llegar a Madrid». Pero Velintonia fue hogar para todos, fueran de la ideología que fuesen. Relatar los nombres de los intelectuales, civiles y demás ciudadanos que pasaron por esa casa, acogidos al humilde y natural afecto de un hombre de sensibilidad alta y expansiva, llenaría un libro de los de lomo grueso. No solo todos aquellos poetas de la denominada Generación del 27, sino de la anterior, posterior y siguientes.
No hay poder público que haya tenido tiempo y ganas de salvar esa casa como representación de Cultura, Poesía, Libertad, Amistad, Memoria y Patrimonio Común. También es un clamor que las Universidades, todas, de España, viven al margen de esta realidad. No al desahucio de nuestra historia. Salvemos Velintonia ya.
Se premiaba a un poeta y a una morada, su casa de Velintonia, como embajada de la libertad de muchos, isla dentro de la finca acorralada, en la heredad que tantos ciudadanos e intelectuales españoles tuvieron que abandonar en 1939, so pena de muerte, derribo o muerte lenta. «Vicente –me dijo un día Celaya, a la puerta de aquella casa de acogida– fue mi salvación al llegar a Madrid». Pero Velintonia fue hogar para todos, fueran de la ideología que fuesen. Relatar los nombres de los intelectuales, civiles y demás ciudadanos que pasaron por esa casa, acogidos al humilde y natural afecto de un hombre de sensibilidad alta y expansiva, llenaría un libro de los de lomo grueso. No solo todos aquellos poetas de la denominada Generación del 27, sino de la anterior, posterior y siguientes.
No hay poder público que haya tenido tiempo y ganas de salvar esa casa como representación de Cultura, Poesía, Libertad, Amistad, Memoria y Patrimonio Común. También es un clamor que las Universidades, todas, de España, viven al margen de esta realidad. No al desahucio de nuestra historia. Salvemos Velintonia ya.
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