Allá
por los años 50, en lo más crudo del crudo invierno franquista, con un
niño pequeño, dos ancianos enfermos a su cargo, su marido en la cárcel y
mucha lucha a sus espaldas, mi abuela tuvo alojado en su casa a un
miembro muy destacado de la CNT en el exilio que había cruzado la
frontera para comprobar de primera mano la lucha clandestina. Antes de
marcharse le recriminó a mi abuela que confraternizara tanto con
miembros del partido comunista y con los pocos socialistas que
aún quedaban. Y ella, que tenía una lucidez y unos reaños que ya
quisiera yo, le explicó que desde el exilio era fácil ser puro e
inmaculado, pero que en el infierno franquista todos lloraban, sufrían
hambre y torturas, morían en los paredones, y luchaban juntos por
sobrevivir, y que antes que las siglas estaban las personas. Juanel la
miró muy serio. "En fin compañera...' Le dijo. Y la abrazó. Cuando en
los 70 volvieron los exiliados y tuvieron los primeros contactos para la
posible reorganización, mi abuela siempre mantuvo su postura con
firmeza. Nunca se arrepintió de colaborar con personas de otras
organizaciones políticas por un bien mayor. Todo lo que sé sobre
política y humanismo lo aprendí de mi abuela. Luego ya vinieron los
libros, los tratados teóricos y mis propias conclusiones. Pero nunca
olvido sus enseñanzas. "Si hay patatas se cocinan patatas y se da de
comer al pueblo, no se queda una esperando a que lleguen mejores
manjares, ni por soberbia ni por inacción.Si la vida te da limones haz
limonada y a seguir plantando naranjas a ver si por fin agarran y
soportan las heladas". Abuela mía que estás en mi memoria...
©Marisa Peña.
+ Marisa Peña · 31/10/2019
Mi
tío Rafael Martín, comandante de estado mayor de las milicias
republicanas en la 39° brigada mixta, siempre decía que lo que nunca les
perdonaría es la manipulación de la historia. "Primero dieron un golpe
de estado violento, quisieron arrebatarnos las conquistas conseguidas,
entraron en ayuntamientos, ateneos y casas del pueblo matando y
arrasando con saña, y cuando decidimos pararlos, nos armamos y nos
defendimos, nos llamaron asesinos. Nos lanzaron a la violencia que ellos
mismos habían desatado y cuando ganaron porque tenían la ayuda del
fascio italiano y el nazismo alemán, se ensañaron en una venganza
desmedida. Pero para su historia, la que enseñaban en sus escuelas y la
que contaban en sus libros nosotros éramos los únicos asesinos, las
hordas rojas, los culpables de la guerra...En Europa éramos
antifascistas, héroes , y en nuestro propio país éramos escoria,
proscritos, delincuentes " .Recupero el espíritu de sus palabras porque
no puedo reproducirlas literalmente, pero recuerdo cuando teniendo yo
quince años y poco antes de morir me regaló" Nosotros los asesinos" de
Eduardo de Guzmán. Y no, no se puede perdonar que hayan ganado la
batalla que nunca debieron ganar: la de la equidistancia, la desmemoria y
la difamación.
©Marisa Peña.
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