PIKARAMAGAZINE.COM 20/01/2021
Entrevista en Pikara a Ana Muiña.
Desde la generosidad que la caracteriza, hablamos con ella de buena parte de su vida en la militancia y en el mundo de la edición. Desde su temprana entrada en el movimiento antifranquista, con solo 13 años, hasta su labor de investigadora que la ha llevado a descubrirnos a más de 300 mujeres que fueron relevantes en la historia.
Desde muy joven has estado implicada en la militancia social y política. Cuéntanos cómo viviste la dictadura y ese periodo que denominan la transición.
Me uní al movimiento antifranquista de enseñanza media con 13 años, hacia 1971. Aunque era una niña, quería hacer la revolución. Estaba en la organización clandestina Octubre y, con un grupito de la rama estudiantil, escribía, editaba e imprimía –clandestinamente, a multicopista– publicaciones conocidas como Gallo Rojo. Durante 1975 nos volcamos en impedir los últimos fusilados por Franco, ejecutados en septiembre. Recuerdo que en mi instituto mi grupo activó la primera huelga que se hacía y me expulsaron. Todas las clases respondieron y me tuvieron que readmitir, con represalias veladas.
La dictadura era feroz: asesinatos, cárceles llenas, te echaban 17 años por propaganda “ilegal”, había torturas y violaciones en los interrogatorios, y disolvían las protestas con balas auténticas. Ocurría con Franco y en la mal llamada transición, con casi 600 muertes en su haber. Te mataban por nada. Yo viví de cerca cómo en los Sanfermines de 1978 abatían a Germán Rodríguez, por pedir la amnistía para los presos. En Pamplona, montamos una buena. Muchas de las presas “comunes” estaban por abortos clandestinos, parricidios… vamos “delitos” muy “políticos”. Lo pude comprobar en vivo, en 1983, previo a la Reforma Penitenciaria del PSOE. Fui de las primeras en cubrir un reportaje para la entonces famosa revista Cambio 16, compartiendo desayuno, comida y cena con las presas comunes y políticas de la hacinada cárcel de Yeserías, en Madrid. La Comuna de las políticas, por única vez, dejó entrar a una reportera a su celda abigarrada, donde vivían. Fue una experiencia inolvidable, aunque el artículo no se publicó (...)
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