Juan Antonio Bermúdez 25/8/21
La mujer que aparece en la fotografía de arriba, rodeada de niños en un comedor escolar, es Justa Freire (Moraleja del Vino, Zamora, 1896-Madrid, 1965), maestra y pedagoga.
Obtuvo plaza de maestra nacional por oposición en 1918 y estuvo ejerciendo primero en Casillas (Ávila) y luego en varios centros de Madrid vinculados con la Institución Libre de Enseñanza.
Fue una de las primeras españolas en dirigir un equipo docente formado exclusivamente por hombres (en el Grupo Escolar Alfredo Calderón).
En los años 30, completó sus estudios en Bélgica y Francia, aportando a su vuelta algunas de las nuevas experiencias educativas que empezó a implantar en esos años la Segunda República y participando en las Misiones Pedagógicas.
Eso no le impidió ser también crítica y exigente con las autoridades educativas del momento, reclamando públicamente en numerosas ocasiones que se destinasen más recursos a la educación.
Tras la guerra civil, fue condenada a seis años de cárcel. Se cuenta en su biografía (‘Justa Freire o la pasión de educar’, de María del Mar Pozo) que por tres “delitos”: estar afiliada a UGT, promover el laicismo en la escuela y que alguien había escuchado a los alumnos de su clase cantar una canción en ruso.
Le terminaron reduciendo la pena, pero cumplió dos años de prisión en la Cárcel de Mujeres de Ventas, donde se hizo cargo de la escuela de presas. A su salida, sobrevivió dando clases particulares, hasta que pudo conseguir un puesto de secretaria en el Colegio Británico.
Solo pudo recuperar su plaza como maestra en 1952, pero con la prohibición expresa de ejercer en Madrid y perdiendo todos sus derechos de antigüedad.
Hasta ayer, Justa Freire tenía dos calles en España. Una, en su pueblo natal, Moraleja del Vino. La otra, en Madrid, desde que en 2018, durante el mandato de Manuela Carmena y aplicando la Ley de Memoria Histórica, se cambiase el nombre de la calle Millán Astray por el de Justa Freire.
En mayo de este año, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid le daba la razón a una reclamación de la Fundación Francisco Franco y de la Hermandad Nacional de Antiguos Caballeros Legionarios, por la que la retirada del nombre de Millán Astray del callejero no estaba justificada porque “del contenido del expediente administrativo no puede desprenderse, de manera inequívoca, que Millán Astray participara en la sublevación militar, ni tuviera participación alguna en las acciones bélicas durante la Guerra Civil, ni en la represión de la Dictadura”.
Ayer, unos operarios del ayuntamiento de Almeida, cambiaron de nuevo las placas y la calle Justa Freire volvió a llamarse Millán Astray.
El hombre de la foto de abajo, el que le echa el brazo por el hombro a Franco, llenándose “el pecho de himnos / casi hasta reventar de victorias” (como escribió Félix Grande), es José Millán Astray: “héroe” de la guerra colonial de Marruecos en la que perdió un ojo y un brazo; icono de lo más irracional que pueda tener la carrera militar; fundador de la Legión y autor de famosas arengas en las que desarrollaba su lema favorito, “¡Viva la muerte!”; amigo personal de Franco, que en 1936 lo nombró jefe de la Oficina de Prensa y Propaganda del Bando Nacional; procurador en las cortes franquistas durante cuatro legislaturas por designación directa; director general del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria hasta su muerte, en 1954.
Una búsqueda rápida en Google confirma que Millán Astray sigue teniendo una calle con su nombre en Ceuta, Plasencia, Cartagena, Melilla, León, Alicante, Molina de Segura, San Pedro del Pinatar, San Javier, Alguazas, Saucedillas, Santiago de la Ribera, La Alberca de Záncara, Carpio, Fuensalida… Desde ayer, vuelve a tenerla también en Madrid.
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