septiembre 28, 2021

“La humanidad hizo agricultura sin Monsanto ni Bayer por 10 mil años”

 REVISTACITRICA.COM

 Mariano Pagnucco  Fotos: Lina Etchesuri y Nacho Yuchark (lavaca)  28/7/21

Sergio Ciancaglini es el autor de las crónicas que integran el libro doble "Agroecología, el futuro llegó", que acaba de publicar la cooperativa lavaca. Por qué otro modo de producir alimentos es también una invitación a repensar la sociedad. El rol actual del periodismo y la comida como un hecho político.


En este tiempo de nuevas normalidades, el periodista Sergio Ciancaglini (Buenos Aires, 1955) transita junto a la cooperativa lavaca, de la que forma parte, un camino por fuera de los cánones de lo normal. Acaban de publicar un libro que no es uno, sino dos: Agroecología, el futuro llegó trae un volumen con crónicas y otro con fotografías (realizadas por Lina Etchesuri, Martina Perosa y Nacho Yuchark) de distintas experiencias de producción agroecológica en la Argentina. Además, la distribución del libro tampoco es normal, ya que cuenta con los nodos de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), entre verduras y productos cooperativos. El tercer factor anormal es el modo en que Ciancaglini decidió encarar la escritura: con los pies en el campo, oliendo tierra y escuchando risas campesinas.

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Cuando los estragos de la pandemia todavía se sienten en los cuerpos y las cabezas, Ciancaglini habla con entusiasmo sobre su nuevo libro y abre la trinchera de lavaca, de paso, para pensar el país, la alimentación, los medios de comunicación y los futuros posibles para la sociedad.

–El libro de crónicas se titula “El viaje”. Si vos tuvieras que pensar tu carrera periodística como un viaje, ¿en qué momento te llega el descubrimiento de la agroecología y las experiencias que aparecen en el libro?

–En general, siempre trabajé en lugares que me trataron bien. A mí me tocó cubrir siempre temas como –un caso extremo– el juicio a las Juntas. Fue una experiencia increíble para mí y para el mundo. Era la primera vez que una democracia juzga a dictadores que hasta dos años antes habían estado en el ejercicio de los desastres que hacían en este país. De repente estar ahí y ver a cinco metros de distancia a Videla sentado al lado de Massera y Galtieri, Viola y demás, era impresionante. Si vos te ibas cuatro o cinco años atrás era impensable que pudiera ocurrir semejante cosa. Y sigue siéndolo, porque cuando me ha tocado viajar la gente está asombrada de cómo Argentina pudo hacer justicia en ese tema relacionado con la dictadura. Me tocó siempre cubrir temas que me resultaron interesantes, tuve el privilegio de poder hacer periodismo profesional desde siempre y en temas que me resultaron apasionantes. Y con lavaca eso ganó un grado de profundidad y de libertad a la vez… profundidad y altura también.

–La posibilidad de expandir el deseo más allá del deber profesional.

–Claro. Por ejemplo, ocurre el 2001, que fue un quiebre enorme. Ahí nace lavaca y de pronto aparecen temas. Un tema era las fábricas y empresas recuperadas. Yo no lo podía creer, porque de golpe estaba acompañando la toma de empresas en las cuales los obreros y obreras, en asamblea, se hacían cargo de esto para llevar adelante esas empresas que habían fundido sus patrones. Donde habían fracasado los patrones con sus gerentes, asesores y demás, los obreros se hacían cargo cuando sus propias familias les decían “¿cómo te vas a hacer cargo vos, si apenas sos un obrero o una obrera?”. Esta gente no sólo la llevaba adelante, sino que llevaba adelante empresas que habían fracasado o habían sido vaciadas por sus patrones. Ver esta idea de la horizontalidad, la asamblea funcionando, poniendo en marcha una fábrica… hablo de monstruos como Zanon, Gráfica Patricios, la imprenta Chilavert, IMEC, que es una clínica que recuperaron los trabajadores. Ves eso y es asombroso, porque ni yo ni el país habíamos visto antes esta idea, por eso hicimos el libro Sin patrón. Me resultó apasionante porque eran experiencias donde el propio relato de cómo consiguieron ganar esto es una película, merecería ser una película de aventuras y suspenso y acción con la consigna “Ocupar, resistir y producir”. Eso generaba una transformación de ideas, la noción de que siempre tiene que haber un patrón que tiene que ser privado o estatal para llevar adelante las cosas; la ruptura con la idea de verticalidad en los mandos, como si las empresas fueran ejércitos. Eso es también una ruptura con la Modernidad, es muy filosófica esa ruptura, no es solo un cambio de organización. Ver todo este fenómeno para mí fue un asombro permanente y una cosa apasionante. Lavaca me fue llevando a conocer experiencias de este tipo (...)

–¿Y la Agroecología cuándo aparece?

–Un día me dicen “claro, vos hablás de esto pero hay gente que está produciendo sin venenos”. ¿Cómo sin venenos? Yo creía que solo se podía producir así, lo que demuestra mi ignorancia absoluta, porque la humanidad durante 10 mil años hizo agricultura sin Monsanto ni Bayer. No hubo necesidad de drones ni de fertilizantes químicos. A todo el mundo habían convencido, empezando por los propios agricultores, de que solo se podía producir de ese modo, y de golpe había gente que estaba produciendo sin agroquímicos, agrotóxicos o pesticidas. Conocí a algunas de estas personas, me invitaron a conocer los campos, como el caso de Remo Vénica e Irmina Kleimer. Me quedé deslumbrado, primero porque era un campo donde no se usaba nada, pero aparte era una especie de jardín botánico en medio del desierto: un lugar frondoso, vivo, fértil. Realmente se siente, ¿viste cuando respirás aire fresco, limpio, que te sentís de otro modo? Ahí respirás ese aire limpio, la tierra está sana, las plantas están vitales, los animales están de fiesta. Remo me dice: “Las gallinas están felices”. ¿Cómo es que a mí me suena que eso es político, en un sentido noble de la palabra? (...)

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