Gerardo Tecé 10/12/2024
Las aseguradoras aparcan su plan de cobrar las anestesias de las cirugías y eliminan de su web las fotos de sus directivos. Algunos han comenzado a descubrir que la vida, especialmente la propia, tiene cierto valor
El sospechoso de haber asesinado al ejecutivo de una importante aseguradora en una imagen proporcionada por el Departamente de Policía de la ciudad de Nueva York. / New York Police DepartmentEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Millones de personas celebran en redes sociales un asesinato cometido en la Sexta Avenida de Nueva York. Un periodista de la CBS, conmocionado no tanto por el crimen como por la reacción social, recuerda en antena que el tipo asesinado era un ser humano que tenía familia y amigos y se pregunta si no queda ya humanidad en este mundo. La exitosa venta en internet de pegatinas y camisetas conmemorativas para celebrar los tres disparos recibidos por el CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, responde bien a la pregunta del periodista: seguramente no quede mucha humanidad, no. Lo cual no es ninguna noticia de última hora, como podría explicar el propio asesinado si existiera la posibilidad de preguntarle. La humanidad es un concepto poco operativo desde hace décadas, nos diría este hombre que logró una carrera de éxito dentro de un sector especializado en convertir la salud de millones de personas –con familia y amigos– en una ecuación coste-beneficio en la que el enfermo nunca debe ganar, porque si gana no hay negocio.
Algunos aún nos resistimos –será ADN naif, será tara de cultura cristiana– a celebrar asesinatos. Un asunto cada vez menos tabú en un sistema que nos enseña que la vida humana no es para tanto. Si podemos tolerar que miles de personas se ahoguen cada año en el Mediterráneo huyendo del hambre muchos podrán tolerar sin problema o incluso aplaudir que a un tipo le vuelen los sesos en mitad de la calle. Si nos explican que el asesinato de miles de niños gazatíes es un simple fenómeno meteorológico, no deberíamos ponernos muy estupendos cuando la tormenta llegue a nuestros barrios, ya que el tipo que atropellará o acuchillará a una decena de nuestros vecinos también estará luchando contra lo que considere terrorismo. Si nos explican que los enfermos sin seguro privado de las residencias se iban a morir igual, que congelarse tirado en la calle o morir a manos de la policía no son hechos graves sino normas de un juego sin importancia, ¿cómo no vamos a llegar a la conclusión de que la vida, también la de los poderosos, es un concepto sobrevalorado?
Hace hoy 76 años se aprobaba en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aquel 10 de diciembre del 1948 votaron a favor los países capitalistas y se abstuvieron los del eje comunista. Los soviets, muy suyos, sospechaban que ese tratado repleto de palabras bienintencionadas en defensa de una vida digna escondía trampas. Es un manifiesto burgués, denunció la URSS, ya que entendió que ese documento universal pretendía extirpar el legítimo uso de la violencia en la lucha de clases. Dicho en ruso, si montas una revolución proletaria no vale asesinar al zar. Dicho en wallstreetés, no puedes pegarle tres tiros a un tiburón de los negocios solo porque esté haciendo dinero con tu salud. La Carta de Derechos Humanos fue, como demostraron las numerosas violaciones de derechos humanos cometidas por quienes firmaron la carta entusiasmados, una tapadera estética que durante décadas cumplió su cometido de convencernos de que no todo valía porque había un límite sagrado llamado vida humana. Un límite que los principales beneficiarios de este seguro, es decir, las clases dominantes, han decidido ir saltándose sin disimulo de un tiempo a esta parte, rompiendo un contrato que les beneficiaba enormemente. El homus poderosus es una criatura fascinante.
Ahora que, gracias a la normalización del genocidio contra Palestina y la impunidad de sus asesinos, gracias a la naturalización de las muertes por hambre, por frío, ahogamiento, falta de medicinas o recursos económicos para pagarse un seguro privado hemos llegado a un nuevo consenso social que entierra aquella DUDH que establecía que la vida era un valor superior, ¿cómo harán los pocos ricos para protegerse frente a millones de pobres cada día más cabreados? ¿Cómo harán los mejor posicionados para disfrutar de una vida tranquila sabiendo que los peor posicionados saben ya que ni la vida ni la muerte valen gran cosa? Tras el asesinato del CEO Brian Thompson, la aseguradora de la competencia, ABCBS, ha emitido un comunicado anunciando que aparca su plan de cobrar las anestesias para cirugías en función del tiempo que duren las intervenciones quirúrgicas. En UnitedHealthcare, por su parte, han eliminado de su web el organigrama que mostraba las fotografías y nombres de los directivos de la empresa compañeros del asesinado. Es una gran noticia que algunos hayan comenzado a descubrir que la vida, especialmente la propia, sí que tiene cierto valor.