Max Blumenthal (The Grayzone) 13/12/2023
Fundada por un violador en serie conocido como el ‘Jeffrey Epstein jaredí’, la organización ultraortodoxa ZAKA está detrás de algunas de las atrocidades más obscenas inventadas tras el ataque de Hamás
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Yossi Landau, director de operaciones de ZAKA en la región sur de Israel, contando el falso relato sobre la matanza en el kibutz Beeri. / YouTube
En una sesión del Senado de EEUU celebrada el 31 de octubre sobre la guerra de Israel en Gaza, el secretario de Estado, Antony Blinken, dio sus razones para rechazar un alto el fuego. Poniéndole todo el sentimiento que un adusto miembro del Partido Demócrata es capaz de exteriorizar, Blinken evocó una escena truculenta que pretendía ilustrar el salvajismo de Hamás y la imposibilidad de negociar con una organización así: “Un niño y una niña pequeños, de seis y ocho años, con sus padres, en torno a la mesa del desayuno”, presentaba Blinken solemnemente. “Al padre le habían sacado un ojo delante de sus hijos. A la madre le mutilaron el pecho, a la niña le amputaron un pie y al niño le cortaron los dedos antes de ejecutarlos”.
El secretario de Estado concluyó: “Con esto es con lo que está lidiando la sociedad [israelí]”.
Aunque Blinken no citó la fuente de sus inquietantes declaraciones ‒y ningún senador le invitó a que lo hiciera‒, coincidía con el testimonio ofrecido por Yossi Landau, el director de operaciones en la región sur de Israel de una organización religiosa “de identificación de víctimas de catástrofes” llamada ZAKA. De hecho, Landau, desde el 12 de octubre, ha contado varias versiones de la historia a la que se refería Blinken, con detalles sobre cómo los milicianos de Hamás mutilaron brutalmente y mataron a unos niños de seis y ocho años y a sus padres, en el kibutz Beeri, en la mesa del comedor de su casa.
A pesar de la presencia de múltiples testigos potenciales en Beeri antes de que ZAKA llegase a recoger los cuerpos, siguen sin salir a la luz testimonios independientes que corroboren las afirmaciones de Landau. Es más, no hay muertes registradas de hermanos de alrededor de seis u ocho años en Beeri el 7 de octubre. Tampoco existe ningún registro de niños pequeños que hayan muerto de la manera que describe Landau ni fotos de la familia asesinada. De hecho, los únicos hermanos que se acercan mínimamente a este rango de edades y murieron en la comunidad aquel día ‒los mellizos de doce años Liel y Yanai Hetrzoni‒ fueron asesinados por obuses israelíes.
Así pues, el relato de Landau ‒y por extensión, el testimonio de Blinken ante el Senado‒ parece sacado de la nada; una invención retorcida que pretende teatralizar el supuesto barbarismo de Hamás para ampliar el espacio político de apoyo a la incursión de Israel en la Franja de Gaza. Como demuestra esta investigación, la historia de Landau no es más que uno de los muchos embustes inventados por un pequeño círculo de turbios personajes que han conseguido dar forma a la narrativa oficial del 7 de octubre en los medios de comunicación occidentales.
Aunque las autoridades israelíes han desempeñado un papel fundamental en la campaña de desinformación de Tel Aviv que rodea los acontecimientos del 7 de octubre ‒asegurando falsamente, por ejemplo, que habían encontrado cuerpos de bebés judíos muertos colgando de una cuerda para tender en un kibutz‒, las acusaciones más incendiarias provienen de un conjunto de organizaciones voluntarias ultraortodoxas como ZAKA. Aunque ZAKA está especializada “en la recogida y eliminación de cuerpos”, el grupo no dispone de acreditación forense y está integrado por un hatajo de voluntarios mal preparados.
Desde “confirmar” el fraude de que habían encontrado bebés decapitados en un kibutz hasta inventar descaradamente otros sobre combatientes de Hamás que arrancan fetos de los cuerpos de mujeres embarazadas, le amputan el brazo a una niña pequeña o asan a un bebé en un horno, ZAKA y los grupos de la competencia han demostrado tener un don extraordinario para sembrar los medios de comunicación con historias depravadas sobre la supuesta brutalidad de Hamás. De este modo, han armado a los líderes occidentales como Blinken y el presidente Joe Biden con la narrativa que pueden esgrimir para bloquear las propuestas de alto el fuego y rearmar a un ejército que ha matado a más de quince mil civiles en Gaza en menos de dos meses [la cifra actual de muertes supera ya los 20.000].
ZAKA está ahora metido de lleno en la campaña de Tel Aviv para convencer al mundo de que Hamás no solo violó a mujeres israelíes el 7 de octubre, sino que continúa abusando de las rehenes desde entonces. De hecho, la recién estrenada “Comisión civil sobre los crímenes del 7 de octubre cometidos por Hamás contra mujeres y niños”, de dudosa objetividad, depende en gran medida de las gráficas afirmaciones de segunda mano proporcionadas por ZAKA. Sin embargo, no ha sido capaz de ofrecer ni un solo testimonio de primera mano ni imágenes que demuestren las acusaciones de violaciones en masa.
Los medios de comunicación tradicionales llevan desde entonces repitiendo las discutibles acusaciones del grupo; el Sunday Times del Reino Unido, por ejemplo, citó diligentemente a un encargado de ZAKA que afirma: “Está claro que intentaron propagar todo el terror que podían, matar, quemar viva a la gente, violar”.
La presencia de ZAKA en el corazón de una investigación de alto nivel sobre violaciones, no obstante, está cargada de ironía. Hasta hace poco, la cobertura que los medios israelíes hacían de la organización se centraba principalmente en los espantosos delitos sexuales cometidos por su fundador, el mandamás ultraortodoxo Yehuda Meshi-Zahav. La comunidad ortodoxa de Jerusalén lo conocía como “el Jeffrey Epstein jaredí” por su afición bien documentada de violar a jóvenes de ambos sexos, y no cabe duda de que los trabajadores de ZAKA conocían las décadas de desenfreno de abusos sexuales de Meshi-Zahav, las cuales únicamente tocaron a su fin tras su suicidio.
Además de ser un violador en serie, el líder de siempre de ZAKA era un estafador empedernido y se financiaba una vida de lujos con los millones de dólares que se embolsaba ilegalmente de su organización. Brad Pearce, el investigador independiente que publicó un extenso retrato de la corrupción de ZAKA en octubre de 2023, describió al grupo así: “La organización no gubernamental más opaca y sospechosa que he investigado nunca” (...)
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