Gerardo Tecé 15/04/2024
El PSOE seguirá siendo un partido empeñado en que se puede ser republicano y monárquico al mismo tiempo, aconfesional y financiador de la Iglesia, social y defensor de que la vivienda sea un producto que cotice en bolsa
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El Ministerio de Vivienda financió en 2006 la campaña Keli Finder para promover la emancipación juvenil.
Preguntada por el problema del acceso a la vivienda en España, la ministra del ramo puso sobre la mesa una solución impresionante por lo que supone de desafío a las leyes del mercado: serán los promotores privados y los especuladores quienes convertirán la vivienda en un derecho en lugar de un producto y lo harán porque hay negocio en ello. Tras las palabras de la ministra Isabel Rodríguez, IBEX35, Dow Jones y Nasdaq, confundidos, estuvieron a punto de suspender cotización para revisar los fundamentos básicos del capitalismo, pero rápidamente alguien recordó que la autora del ambicioso plan pertenece al mismo PSOE que en 2006 lanzó las Keli Finder. ¿Recuerdan? Unas zapatillas con las que la entonces ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, te ayudaba a patear la ciudad en busca de un alquiler asequible. “Obviamente no podemos conseguirte casa, pero te ayudamos a buscarla”, era el lema de aquella obviamente excelente campaña que definió obviamente a la perfección las políticas del PSOE en torno a este asunto, consistentes en no hacer nada. Entre 2006 y hoy, el precio del alquiler se ha disparado, las suelas de las Keli Finder son papel de fumar a consecuencia de tanto pateo buscando lo inexistente y lo último que supimos de la primera ministra de Vivienda de la historia de España, la socialista Trujillo, fue que la despidieron del ultraderechista canal 13TV porque lanzó ataques xenófobos contra un tertuliano sudamericano. ¿Qué podría salir mal?
El problema de la vivienda atraviesa a toda una generación de españoles que no conocen otro mundo que el de tener que trabajar, no a cambio de cierto grado de bienestar, sino a cambio de alojar los madrugones y las estrecheces económicas en unos cuantos metros cuadrados pagados a precio de oro. Ese problema es también la historia de un PSOE empeñado en hacer como que se trata de un asunto secundario y no el tsunami que tarde o temprano se llevará las inútiles políticas de izquierda por delante. Tras Trujillo, recogió la cartera Carme Chacón, buena política pero nula ministra de Vivienda, cuya apuesta principal fue la de inyectar dinero público en el sector de la especulación mediante préstamos de alquiler a los jóvenes. Una medida bien recibida por los dueños del ladrillo, que vieron cómo aumentaba el flujo de capital en lo que seguía siendo un mercado y no un derecho. Tras Chacón vino Beatriz Corredor, cuya ambición desmedida al frente de Vivienda cristalizó en una ley que obligaba a los constructores que seguían haciendo negocio a activar un plan de eficiencia energética. Es decir, asaltar los cielos socialistas con placas solares. Toma ya.
Y llegamos al día de hoy, en el que la vivienda, gestionada por Comunidades Autónomas del PP sin intención de mover un dedo mientras el Gobierno más izquierdista de nuestra historia se conforma con tímidos estándares que señalan zonas tensionadas, sigue y seguirá siendo negocio. El PSOE sigue y seguirá siendo el PSOE. Un partido empeñado en que se puede ser republicano y monárquico al mismo tiempo, aconfesional y financiador de la Iglesia a la vez, social y defensor de que el techo de la gente sea un producto que cotice en bolsa. Si al menos abrazasen sin tapujos el capitalismo salvaje, quizá la mano invisible provocaría que el precio de la vivienda bajase como consecuencia de los tres millones y medio de casas vacías que hay en España. Pero ni eso. Cuando la ministra pone en manos de los constructores la esperanza de que se cumpla un derecho fundamental robado a millones de personas, está vaciando de esperanza la política. Cuando todo esto tenga consecuencias, no será necesario que la izquierda se calce las Keli Finder en busca de explicaciones: la explicación es que abandonaron su obligación de mejorar la vida de la gente, precisamente el asunto más importante.
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