Cristina Fallarás Periodista y escritora 8/10/2025
Manifestación en apoyo a Palestina en Madrid
Soy antifascista, soy antirracista, soy feminista. Me lo repito ante el espejo de esa parte de la sociedad callada y seca, profundamente fatalista, y lo hago porque sé que hay salida. Noto cómo nos empujan a un derrotismo espeso en el que parece que nada se puede hacer. Pero acaban de volver centenares de personas que se embarcaron hacia Gaza como activistas, y en las calles de todo el mundo fuimos millones quienes salimos a apoyarles. Ser una feminista y activista radical (que viene de raíz), o sea antifascista, pacifista y anticlerical, expuesta públicamente, te enseña que puedes rendirte o no, pero que hagas lo que hagas no vas a tener tranquilidad.
Ese no tener tranquilidad es la mejor razón para seguir plantando cara al avance ultra que ya es innegable incluso para aquellos que hace apenas un año nos afeaban que usáramos el término "fascismo". Ser activista es hoy una apuesta orgullosa por la vida y por la paz, y nos tendrán enfrente.
Se acercan como bestias desalmadas e hincan los dientes en la Sanidad Pública. ¿A cuántas miles de mujeres ha puesto en peligro de muerte la Sanidad andaluza de Moreno Bonilla? ¿A cuántas ha enfermado? ¿Cuántas han muerto ya por esa causa? No es casual. Se llama privatización y también violencia institucional y violencia machista, es una acción minuciosa y sus ejecutores tienen nombre y apellidos. Suma y sigue. Las mismas fauces rondan nuestro derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Pegan sus zarpazos a la Educación pública, a la posibilidad de tener un techo, al derecho a gozar de nuestra sexualidad en libertad. Suma y sigue. Acercan sus dientes a las mujeres con autonomía y a las personas migrantes. Quieren daño, son afectos al daño.
Pero nosotras somos activistas, y no esperamos tranquilidad ni hemos venido a templar gaitas. No somos cómodas porque no hemos venido a gustar. Contra el fascismo que avanza, se alzan nuestras voces y nuestros cuerpos con orgullo. Escribo en primera persona del plural porque formo parte de algo muchísimo mayor que ahora empieza a responder barriendo a su paso la fatalidad que nos intenta convencer de que un futuro purulento de odio es irremediable.
La derrota de los valores de la convivencia y la democracia arranca con la difusión de la fatalidad. "El avance de la extrema derecha es imparable", nos dicen. Incluso una llega a temerlo porque razones no faltan. Sin embargo, de la misma manera que ahora conocemos bien el fascismo, tenemos claro su contrario, el antifascismo.
Es un orgullo pertenecer a ese enorme colectivo feminista, antifascista, antirracista, internacional. Hay que decirlo. Hay que decirlo mucho.
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