abril 19, 2019

'NOTRE-DAME y el Africanito ahogado con las notas cosidas', por Luis Enrique Ibáñez

Sat Sanlucar ·  dueloliterae.blogspot.com   17/4/2019   Quique Ibáñez Cepeda          
"... sí es un hecho objetivo que las reacciones ante esta noticia constituyen una medida infinitesimal comparadas con las del incendio en Notre-Dame. Y eso escandaliza... Si tantos de nosotros empezamos a utilizar, para lo ocurrido con Notre-Dame, expresiones del tipo "imposible de asimilar", "tristeza infinita", "dolor insoportable"... y otras así, me pregunto qué palabras nos quedarán cuando tengamos que comunicar nuestros sentimientos ante las verdaderas tragedias, "las bárbaras, terribles, amorosas crueldades"

1. La noticia del incendio en la catedral de Notre-Dame nos ha estremecido a todos, es cierto. Ese edificio, esa catedral incrustada en el corazón de Europa desde hace más de ocho siglos, constituía el espejo de tantos imaginarios que todos, de alguna manera, portábamos en nuestro inconsciente colectivo. Imaginarios, sueños, recuerdos que formaban parte de todos nosotros, de índole cultural, histórica, artística y, sobre todo, afectiva. El sentimiento hacia ese edificio había traspasado la frontera francesa y se había convertido en una seña de identidad de tanta gente. He visitado París tres veces y la parada en ese mágico lugar, se convertía siempre en un tiempo indeterminado, como si la propia Historia se sentase a tu lado para contarte sus cosas. Podría quedar mucho que ver aún en esa ciudad, París no se acaba nunca, pero allí uno se queda más tiempo del que había calculado, hablando con todos esos recuerdos que a todos nos unen.
Sí, el incendio de Notre-Dame nos ha tocado, y mucho.

2. Hace unos días conocimos, todos, la noticia de ese chaval de Mali de 14 años que murió ahogado en el Mediterráneo, con las notas del cole cosidas a su ropa, "Aquel día todos nos quedamos impresionados por un cadáver en particular. Se notaba que pesaba menos que el resto. Cuando abrimos el saco mortuorio vimos que se trataba de un cuerpo cuyas articulaciones casi se habían convertido ya en un esqueleto. Estaba vestido con chaqueta, chaleco, camisa y pantalones vaqueros... Empezamos a desvestirlo. Mientras palpaba la chaqueta, sentí algo duro y cuadrado. Lo cortamos desde dentro para recuperarlo sin dañarlo. Me encontré entre las manos con un pequeño haz de papeles con varios estratos. Traté de separarlos sin que se rompieran y luego leí: 'Boletín escolar'... ¿qué expectativas tenía este joven adolescente de Malí para esconder con tanto cuidado un documento precioso para su futuro, que mostraba sus esfuerzos, su capacidad de estudio? ¿Pensaba que le habría abierto quién sabe qué puerta de una escuela italiana o europea?", cuenta la forense y antropóloga italiana Cristina Cattaneo.

No vi tanto revuelo en las redes ante esta noticia. Algunos pensarán que una cosa no quita la otra, podría ser, no sé.
Sin embargo, sí es un hecho objetivo que las reacciones ante esta noticia constituyen una medida infinitesimal comparadas con las del incendio en Notre-Dame. Y eso escandaliza. Pareciera como si se hubiera abierto un concurso en las redes para ver quién muestra con mayor intensidad su tristeza ante lo ocurrido en París. Además, todo ello desprende un tufillo pseudointelectual que casi quiere hacer ver a los demás lo cultos que somos. Supongo que el premio de ese concurso consiste en esa sonrisa pánfila que a todos se nos queda cuando comprobamos el número de "me gusta" que nos han regalado, por no hablar de esos emoticones que sustituyen con gracia infinita nuestras lágrimas extraviadas. 

Todo esto recuerda un poco lo ocurrido con el pobre Julen. Todo el mundo se veía obligado a exhibir su tristeza, a mostrar su dolor. Lástima que no quedara algo de ese dolor para los cientos de niños ahogados en el mar de aquí.
Lástima que sean los medios lo que nos indiquen sobre qué tenemos que sentir, sobre qué debemos parlotear.

Yo también creo que el incendio de Notre-Dame posa en la mirada un dejo apocalíptico.
Sin embargo, el verdadero apocalipsis, la tragedia de siempre, está en otro lado.

El presidente francés Macron anuncia una colecta internacional para reconstruir Notre-Dame. Lo piensa el presidente de un estado que se está hartando de ganar dinero vendiendo armas a otros estados como Arabia Saudí. Armas que provocan fuegos mucho más altos que ese que nos conmovió en el cielo de París. Fuegos que no sólo destruyen edificios amados por todos, destruyen miles, y miles de vidas. En esos lugares no arde el pasado, la historia, arde el futuro, arden los cuerpos anónimos, invisibles a los medios, de tantos seres humanos. Pero, claro, son Otros seres humanos, no son de los Nuestros, no son de los de Aquí.

Yemén, Gaza... para que seguir, son tantos lugares que viven dentro del incendio, y que ya llevan tanto tiempo haciéndolo, que ya, ya no son noticia
Sí, dicen que una cosa no quita la otra. Es mentira. El tiempo y los lamentos ocupan un espacio limitado. Y si ese espacio está obscenamente habitado por algunos asuntos, no puede ser ocupado por otros. De eso se trata, ¿no?

Si tantos de nosotros empezamos a utilizar, para lo ocurrido con Notre-Dame, expresiones del tipo "imposible de asimilar", "tristeza infinita", "dolor insoportable"... y otras así, me pregunto qué palabras nos quedarán cuando tengamos que comunicar nuestros sentimientos ante las verdaderas tragedias, las bárbaras, terribles, amorosas crueldades, como por ejemplo, los muertos ahogados todos los días, en la fosa común del Mediterráneo, los niños no refugiados que vagan perdidos por esta malvada Europa, la que llora a Notre-Dame, los seres humanos condenados, congelados, en campos de concentración para no refugiados en países a los que hemos pagado para que oculten el crimen, los niños muertos, un día sí y otro también, en Gaza, en Yemen...

Nos hemos vuelto demasiado hipócritas, olvidadizos, demasiado obsesionados por exhibir en la puñetera red nuestra culta e inalcanzable sensibilidad.
Menos mal que el africanito ahogado con sus notas cosidas no puede oír nuestros lamentos por Notre-Dame.

Notre-Dame duele, mucho. Pero si no conseguimos asentar un distanciamiento ético, establecer un criterio de medida ante el dolor que distintos hechos nos pueden provocar, entonces... entonces nos volvemos imbéciles.

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Rafa León Me entristece el artículo; la cruda realidad expresada sin tapujos ni cauciones entristece en este mundo de cartón piedra instalado en la entrada a las cloacas. Pero me encanta que todavía quede gente con el valor de publicar estas verdades como puños a las que hacemos oídos sordos por comodidad, hipocresía y costumbre. Porque al autor, como mínimo, ya lo habràn tachado de demagogo, que eso es muy socorrido cuando ya no nos queda otra prenda con la que taparnos las vergüenzas.
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