Manuela Sancho · 16/7/20 nuevatribuna.es Antonio Seoane
Me
ha encantado este artículo, cuanta racionalidad y verdad muy lejos de
los sobreentendidos de los noticiarios, de las tertulias y debates, de
la prensa en general...pero sobre todo de los prejuicios de las cabezas
de los ciudadanos corrientes en cuanto se refiere a asociaciones y a
cristianos
En la vida en general hay cosas que no son como se llaman. Ni siquiera se parecen. Más cuando esas cosas tienen que ver con la Política, el Derecho o la Moral. Y si tienen que ver con la Religión, la discrepancia resulta absoluta. Quizás sea porque la Política, el Derecho, la Moral y la Religión tienen en común ser meros instrumentos de dominación. Y los instrumentos carecen de sustancia. Son aquello para lo que se les utiliza. Lo que nos obliga a prescindir de las apariencias para sumergirnos en el uso que de los mismos se hace.
De nada sirva que las constituciones, las leyes… proclamen la igualdad o cualquier otro derecho si la realidad social consagra los principios antagónicos. De nada que se proclamen políticas sociales cuando finalmente todas acaban rindiendo pleitesía a una minoría. O determinados principios morales o religiosos si finalmente de lo que se trata es de establecer o servir a relaciones de poder. La diferencia entre la naturaleza y la civilización radica en que en esta, y no en aquella, se hace presente la hipocresía, el cinismo y la dicotomía entre lo real y lo formal.
Y todo ello se concreta respecto de esa llamada Asociación de Abogados Cristianos cuya realidad difícilmente responde a ninguno de los tres términos que entran en su denominación, uno a uno o considerados en su conjunto. Ni es de Abogados, ni es cristiana y ni siquiera es realmente una Asociación, como veremos.
(...)
Encomendamos a los jueces la labor de distinguir entre la verdad material y la verdad formal. Les exigimos que hagan de la verdad material la verdad judicial y rechacen la verdad formal. Pero es esta una tarea que no suelen abordar si no se les exige expresamente. Y así vemos, Fundaciones, como la Fundación Lucum, relacionada con el Rey Emérito, que no es una Fundación sino un simple depósito bancario, un mero fondo fiduciario; Sindicatos que no son Sindicatos de verdad, como Manos Limpias; y por supuesto, Asociaciones que no son tales, como AUSBANC o la que nos ocupa. Se trata de meras instancias instrumentales que adoptan distintas formas de personalidad para actuar que no guardan relación alguna con su objeto real. Ninguna de esas formas asociativas citadas responde a los fines declarados ni al mecenazgo, ni a la defensa de los trabajadores, ni a los usuarios de la banca ni, tampoco, a la defensa de los intereses de los abogados cristianos (...)
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