Fernando Broncano R elpais.com 17/7/20
Qué
mezcla de sentimientos de fin de ciclo, de decepción, resignación,
inevitabilidad, riesgo, aprensión, tristeza. Hace diez años, la
estructura de sentimientos alzaba una
constelación de emociones de indignación y deseos de cambio. Nos
volvemos ahora a los espacios cercanos de seguridad, a los familiares y a
los políticos, a la gestión del miedo y la autocompasión, al temor a
los vaivenes y a lo invisible, a los miasmas que traen males.
Tal vez no sea del todo desastroso, tal vez en las distancias cortas recordemos la importancia de la fuerza de los lazos débiles, tal vez en esta humillación colectiva haya espacios de resistencia. Lo político y lo personal se mezcla como nunca en estos tiempos oscuros. ¿Es posible resistir la resignación?
Debería serlo, deberíamos podernos mirar al espejo por la mañana. Yo al menos, a mis años, 66, sabiéndome de una generación por la que el resto de la población está sacrificando el futuro, me siento responsable y mientras tenga fuerzas quiero seguir cuidando y no ser cuidado más de lo que nos debemos unos a otros. La esperanza se gana cada día, cada vez que te levantas de las caídas. Más allá de la aprensión, no quiero vivir en una habitación y en una pantalla: el próximo curso, con prudencia pero sin miedo, entraré en las aulas que me tocan, impartiré mis clases; fuera del trabajo, seguiré confiando en que las posibilidades las construyen los humanos, no las da la naturaleza, estaré en el espacio público con la cabeza levantada, con mascarilla pero no en silencio derrotado. No quiero volver al orden, quiero ser parte de quienes desean y hacen posible otro orden.
Reflexiones melancólicas que me suscita este artículo perspicaz y perspicuo de Jorge Lago sobre el fin de ciclo. Como él dice, la historia no se repite, solo rima.
Tal vez no sea del todo desastroso, tal vez en las distancias cortas recordemos la importancia de la fuerza de los lazos débiles, tal vez en esta humillación colectiva haya espacios de resistencia. Lo político y lo personal se mezcla como nunca en estos tiempos oscuros. ¿Es posible resistir la resignación?
Debería serlo, deberíamos podernos mirar al espejo por la mañana. Yo al menos, a mis años, 66, sabiéndome de una generación por la que el resto de la población está sacrificando el futuro, me siento responsable y mientras tenga fuerzas quiero seguir cuidando y no ser cuidado más de lo que nos debemos unos a otros. La esperanza se gana cada día, cada vez que te levantas de las caídas. Más allá de la aprensión, no quiero vivir en una habitación y en una pantalla: el próximo curso, con prudencia pero sin miedo, entraré en las aulas que me tocan, impartiré mis clases; fuera del trabajo, seguiré confiando en que las posibilidades las construyen los humanos, no las da la naturaleza, estaré en el espacio público con la cabeza levantada, con mascarilla pero no en silencio derrotado. No quiero volver al orden, quiero ser parte de quienes desean y hacen posible otro orden.
Reflexiones melancólicas que me suscita este artículo perspicaz y perspicuo de Jorge Lago sobre el fin de ciclo. Como él dice, la historia no se repite, solo rima.
El reto histórico inmenso que el primer Podemos pudo acaso acariciar…
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PERROFLAUTAS DEL MUNDO: 1936, La revolución de los sin nombre, de Marc Dalmau
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PERROFLAUTAS DEL MUNDO: 1936, La revolución de los sin nombre, de Marc Dalmau
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