Fernando Broncano R ctxt.es Ignacio Echevarría 25/08/2020
El
gran Ignacio Echevarría, mi crítico literario de cabecera, cuyos
artículos suelen presentar la obra completa de alguien, en este artículo
lo hace con Iris Murdoch, la novelista y
filósofa que ya nadie lee, pero que sigue siendo una de mis autoras
preferidas. Todavía no me he recuperado del trauma de haber propuesto la
lectura de Harry y Cato, en un seminario que llevamos desde hace años
de filosofía y literatura. Todos se horrorizaron de la novela, quizás,
casi seguro, porque trataba los escrúpulos religiosos de dos personajes
(Murdoch era atea) y de las traiciones amorosas (Murdoch, como se sabrá
seguramente, era sexualmente muy promiscua con o sin consentimiento de
su marido). Los personajes de Murdoch siempre son tratados con una
mezcla de cariño e ironía. Los construye como lo haría un psicoanalista,
mostrando en sus discursos cuán llenos de autoengaños y de confusión
estamos en nuestra vida cotidiana. En el trasfondo de sus novelas está Henry James, pero, a diferencia de aquél, Murdoch es una profundísima
filósofa. Fue la introductora en la Inglaterra del giro lingüístico y la
filosofía oxoniense de Jean-Paul Sartre y de Simone Weil . Como Weil, fue
platónica en un tiempo en que todo el mundo era más o menos kantiano o
postkantiano. Toda su filosofía está centrada en plantear la soberanía
de lo que habría que hacer o lo que habría que haber hecho en lugar de
las torpes decisiones que tomamos en la vida. Una década después, los
filósofos franceses (en masculino) hablarían de la muerte del sujeto
(aunque siempre con un ego enorme y un lenguaje aseverativo y sin dudar
jamás de su verdad). Quizás por eso ya nadie lee a una novelista cuyos
personajes están llenos de ansiedades, contradicciones y cuyas vidas
cómicas inspiran la sonrisa. Nadie ha explicado mejor cuán llena de
túneles está la fábrica del yo. Ella lo sabía muy bien.
La primera novela de madurez, o mejor dicho, de plenitud de la autora ilustra a la perfección su arte narrativo, en el
que todo, absolutamente todo, es posible
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