El proyecto Fraguas Revive, que nació hace diez años con la intención de reconstruir de manera autogestionada un pueblo abandonado en la zona norte de Guadalajara, se ve obligado a decir adiós. “No podemos más”, expresan los repobladores, seis de los cuales se enfrentan a penas de prisión por presuntos delitos contra ordenación del territorio y usurpación de bien inmueble.
El fin del proyecto llega tras una década de batalla judicial en la que se dictaron las penas, de un año y 9 meses de cárcel. El pasado 11 de enero la Audiencia Provincial, en respuesta al recurso presentado por Fraguas Revive, aprobó un presupuesto de 110.000 euros para la demolición del pueblo, que tendrán que pagar los propios repobladores. Presupuesto en el que se incluye también la valla que rodeará la zona cuando lleguen las excavadoras, según cuenta el colectivo. De no pagarse la demolición, recaerá sobre ellos una pena de dos años y tres meses de cárcel. “Y una deuda de por vida”, señalan en el comunicado que han compartido en redes sociales.
“Consideramos que Fraguas ha sido una victoria, pues ha servido para exponer el tema de la despoblación en la opinión pública y como trampolín para personas y proyectos de vuelta al mundo rural”, han expresado en el mensaje, en el que a su vez han informado de una campaña de recaudación de fondos para hacer frente al pago.
Huerta, gallinas y paneles solares
Hasta el año 2013 Fraguas era una aldea despoblada en la que la naturaleza (salvaje) y las piedras se apropiaban del paisaje. Un pueblo fantasma. Así fue desde 1968, “expropiado por el franquismo y destruido con prácticas militares”, señalan en la declaración. La razón del Estado entonces consistía en transformar el municipio en monte de utilidad pública. Eso sí, a cambio de una propina de 3.000.000 de las antiguas pesetas para sus lugareños.
Los restos del pueblo yacían sobre la maleza hasta la llegada de este grupo de jóvenes, que se instalaron allí con el objetivo de levantar las antiguas casas sobre sus propios cimientos y construir una comunidad en la que pudiesen autoabastecerse. 10 años después, Fraguas dispone de huerta, gallinas e incluso varios paneles solares. A su llegada, los repobladores coincidieron con algunos de los antiguos habitantes del pueblo, que han apoyado el proyecto en varias ocasiones.
Durante esta década, desde Fraguas se han hecho varias actividades que van desde charlas sobre el problema de la despoblación hasta labores de reforestación de la zona con plantación autóctona.
Una ocupación ilegal de un monte público
Enclavado en el Parque Natural de la Sierra Norte, la región guadalajareña es un pulmón natural de 125.000 hectáreas cuyas normas prohíben expresamente la urbanización sin permiso. De ahí el nacimiento del conflicto con los repobladores.
Según la Junta de Castilla-La Mancha, la ocupación era ilegal, al vulnerar la normativa de montes y en materia urbanística. Desde la Administración regional consideraron que no era “posible autorizar ni legalizar” construcciones en un lugar que es monte público, no un pueblo. Los contactos entre la Junta, a través de la Dirección Provincial de Agricultura y Medio Ambiente y Ecologistas en Acción para articular una solución a este asunto, no fructificaron.
“Todo el mundo se echaría las manos a la cabeza si un ciudadano decidiese construir una casa en medio del Parque de Doñana aunque fuese con muy buenas intenciones, pero poniendo en riesgo a una especie como el lince ibérico”, señalaron desde Medio Ambiente a elDiario.es. “Repoblar no es delito”, refutó entonces el colectivo, que centraba su defensa en la reconstrucción a partir de los restos del antiguo pueblo, en lugar de un nacimiento desde cero, como se apuntaba desde la autoridad regional.
Guadalajara, representante de la España vaciada
El devenir de Fraguas ilustra la decadencia del medio rural en la provincia de Guadalajara –igual que el del resto de la España interior— durante el último medio siglo. El éxodo rural a las ciudades afectó a la mayoría de pequeños pueblos de nuestro país, dando lugar a lo que actualmente se ha popularizado como “España vaciada”. Esto es, una España que se extingue. A la que nadie mira.
Guadalajara tiene una densidad media de población de 21,7. Pero aquí entran en juego sus dos realidades. Un 6% del territorio concentra el 80% de la población de la provincia, en el Corredor del Henares, mientras que en el 94% restante la densidad se queda en 5 habitantes por km2, más despoblado que Cuenca, Soria o Teruel.
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