En ese lugar estuvo encerrada Leonora Carrington. En la hacienda de los gritos.

Leonora nació en Inglaterra a mitad de la Gran Guerra, y nació de buena familia, porque el padre era industrial y tenía dinero de sobras. Así que su infancia fue la infancia de los "todos", pero a ella se le hizo infancia del no tener. Porque aborrecía normas, porque le gustaba contestar, porque pinta y muestra inquietudes que no son las de una mujer de alcurnia y educación. Por todas esas cosas. Porque las escuelas aburren, porque los maestros hastían. Así que, veinte añitos, salta a París, que es donde está el mundo entonces. El París de los treinta, el de la Exposition Internationale del Surréalisme. En Francia conoce a Max Ernst, en Francia cambia su destino. Van a Sant-Martin de Ardiche, se aman, se vuelven a amar. Hasta que todo ocurre.

Max es germano, Max es surrealista, Max es miembro de los artistas degenerados, Max es persona indeseable en aquella Francia que está en guerra. Lo capturan, lo encierran. Leonora se rompe por dentro, se quiebra.

Es 1940 y Leonora no puede estar con Max. Es 1940 y él está en un campo francés, ella busca salvoconducto para rescatarlo, quizá saltar el océano. Es 1940 y quiere ir a Lisboa, pero se queda en Madrid. Leonora tiene episodios erráticos. En uno de esos pasea por un parque, ya caída la noche. Pasea por un parque en aquel Madrid de 1940, en aquella ciudad de ruina y miseria. Pasea por un parque, y se cruza con requetés. Y los requetés la violan. Ella lo oculta, pero su equilibrio se hace cada vez más precario. El señor Carrington tiene oídos en todas partes.

Primero la declaran incapaz, la reconocen el doctor Pardo y el cónsul del Reino Unido. Encerrada en una habitación de hotel, bromuro a litros. Más tarde encierro en un convento de monjas, pero las monjas no pueden con ella. Finalmente, secuestran a Leonora. En Madrid. Secuestran a Leonora, la arrojan a un coche, le duermen con narcóticos.

Leonora le inyectan. Le inyectan cosas. Una anestesia, plena espina dorsal. Como muerta. Cuando despierta está en una cama, manos y pies con lazos, completamente desnuda. "Podían hacer lo que quisieran conmigo: me mostré obediente como un buey", recordaba ella en la escalofriante Memorias de Abajo (Alpha Decay, traducción de Francisco Torres Oliver).

"Yo llegué a Leonora porque trabajé en la Colección Peggy Guggenheim de Venecia. Me interesé y empecé a leer, sobre todo, su literatura. Memorias de Abajo, claro, que es una de las grandes obras maestras del surrealismo. Otros surrealistas habían jugado con la locura, pero desde un punto de vista poético. Ella no, ella estuvo dentro". Carlos Martín es historiador del Arte y comisario de Revelación, la muestra que sobre Leonora Carrington se expone estos días en la Sala Recoletos de Fundación Mapfre, en Madrid. Allí realizan un paseo por toda su vida y su obra, y se presta atención especial, claro, a esos días oscuros de Santander. "Ella era una mujer de veintidós años que rompió cualquier vínculo con su padre, pero en Madrid busca ayuda de personas comunes a ambos. Es como su familia se entera dónde está y deciden enviarla a Santander. ¿Por qué? El Sanatorio del doctor Morales era conocido por la alta burguesía europea, las clases adineradas. En aquel momento, una familia con poder adquisitivo tiene capacidad para imponer sus deseos en cualquier lugar del continente. Sabían dónde la mandaban, pero no puedo asegurar que fueran conscientes del tratamiento que allí recibiría" (...)

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