José María Sadia 8 de enero de 2023
El edificio cisterciense del siglo XIII, situado en Las Merindades de Burgos, ha pasado en década y media de estar en peligro de desaparecer a ser la principal esperanza de la comarca, gracias a un proyecto basado en el voluntariado
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- Hace siete años, Marta Díaz, actualmente estudiante de Medicina, fue invitada a participar en la recuperación de un monasterio en ruinas. “Era algo que no me llamaba nada, no me gustaba la Historia”. Sus padres le habían advertido que, si no aceptaba la propuesta del párroco del valle de Manzanedo (Burgos), tampoco podría quedarse en Condado de Valdivielso —un pequeño pueblo de las Merindades— los meses de verano. Así que accedió. “Descubrí un lugar que me enganchó”, reconoce. Desde entonces, no ha faltado, ni falta, a la cita con unas ruinas que van recobrando su lejano esplendor. El viejo monasterio de Santa María de Rioseco se ha convertido en parte de ella, igual que del resto de vecinos, voluntarios y visitantes que han recolocado en el mapa este espléndido edificio del siglo XIII. Aquella adolescente escéptica es hoy una de las guías que se turnan para enseñar los secretos del paraje. “He pasado de renegar de la Historia a enseñar un monumento; tiene su gracia”, admite.
- Hace siete años, Marta Díaz, actualmente estudiante de Medicina, fue invitada a participar en la recuperación de un monasterio en ruinas. “Era algo que no me llamaba nada, no me gustaba la Historia”. Sus padres le habían advertido que, si no aceptaba la propuesta del párroco del valle de Manzanedo (Burgos), tampoco podría quedarse en Condado de Valdivielso —un pequeño pueblo de las Merindades— los meses de verano. Así que accedió. “Descubrí un lugar que me enganchó”, reconoce. Desde entonces, no ha faltado, ni falta, a la cita con unas ruinas que van recobrando su lejano esplendor. El viejo monasterio de Santa María de Rioseco se ha convertido en parte de ella, igual que del resto de vecinos, voluntarios y visitantes que han recolocado en el mapa este espléndido edificio del siglo XIII. Aquella adolescente escéptica es hoy una de las guías que se turnan para enseñar los secretos del paraje. “He pasado de renegar de la Historia a enseñar un monumento; tiene su gracia”, admite.
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