Álvaro García Sánchez 2 de febrero de 2024
Pese a la Ley de Protección del Mar Menor aprobada por el PP en 2020, cantidades ingentes de químicos agrícolas desembocan cada segundo en la laguna, haciendo aparecer nuevos síntomas: una mancha blanca bajo la que ha desaparecido toda la vegetación del suelo marino
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El entorno del campo de Cartagena y la cuenca vertiente del Mar Menor atraviesa una situación de sequía prolongada. Hace meses que apenas caen gotas de lluvia, y la tierra, en los márgenes de las carreteras, es seca y árida. Pero no toda. El tramo final de la rambla del Albujón, que discurre pegado a la laguna entre las localidades ribereñas de Los Alcázares y Los Urrutias, es un río caudaloso de agua muy turbia que desemboca sin parar en la orilla del mar.
“Es paradójico, porque debería de estar todo seco. Pero toda esta agua proviene de un conjunto amplísimo de drenajes agrícolas de regadío. Llega hasta aquí repleta de nutrientes, de productos químicos”, explica Pedro Luengo, coordinador de Ecologistas en Acción en la Región de Murcia.
Si lloviera ahora, si cayera una de esas lluvias tan características de esta zona del Sureste que arrasan con todo tras mucho tiempo de escasez, la situación se agravaría todavía más. Ha habido episodios torrenciales en los últimos años, explica Luengo, en los que el caudal del Albujón ha desbordado las estructuras de soporte de la rambla. Sobre el hormigón que las sujeta hay carteles con caricaturas de crítica a la gestión del Gobierno de López Miras y cruces que simbolizan la muerte inminente de la laguna. Los nitratos la han abarrotado de una forma insostenible al cabo de largas décadas, y el Ejecutivo regional todavía no ha puesto solución, a pesar de que aprobó consensuadamente hace ya una legislatura una ley de protección que, a juicio de Luengo, es “muy poco innovadora, porque sus ordenamientos ya formaban parte de normativas anteriores que también se incumplían”.
“El Mar Menor está siempre en crisis. Ha perdido toda capacidad de autorregularse. Cualquier impacto que se produzca, por pequeño que sea, causa un daño terrible al ecosistema. Y los vertidos nunca cesan”, sostiene el ecologista.
La eutrofización, en ascenso
El torrente del Albujón avanza imparable hasta la orilla, y a su alrededor el agua estancada se distribuye por espacios. Hay zonas pequeñas de espuma amarillenta, y en otras, bordeando la arena, se acumulan algas muy verdes y muy olorosas, en avanzado estado de descomposición. La entrada del río de nitratos provoca un cambio paulatino en el color del mar: marrón al principio, tramos rojizos un poco más adentro, destellos verdosos o blanquecinos rodeándolos. Este es el punto clave del deterioro del ecosistema. El visible. Pero Luengo apunta: “Los acuíferos, que también penetran en la laguna, están igual de contaminados. Con nitratos y con fosfatos no solo procedentes de la agricultura, sino de la ganadería intensiva”.
“Todo ese cúmulo de vertidos provoca una degradación permanente que desencadena la eutrofización. El exceso de nutrientes descompensa la relación de las especies del humedal y el equilibrio ecológico, y trae consigo consecuencias que se traducen en falta de oxígeno, en muertes masivas de peces y en la desaparición de praderas de algas”. La sopa verde de 2016 y las anoxias multitudinarias de 2019 y 2021, relata Luengo, tuvieron su origen en el Albujón.
A su lado, Ramón Pagán, estudioso incansable del humedal y miembro veterano de la plataforma ‘Pacto por el Mar Menor’ calcula: “Con el nivel que le veo ahora mismo al caudal están entrando a la laguna unos 200 litros de agua por segundo. Si tenemos en cuenta que, de media, cada litro lleva 150 miligramos de nitratos, tenemos un vertido constante de aproximadamente tres toneladas y media de nitratos al día”. Luengo añade: “Y eso solo aquí, en esta rambla, que es la principal. Pero hay muchas más en todo el litoral, por las que además de fertilizantes entran metales pesados de la Sierra Minera” (...)
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