marzo 21, 2024

CTXT. Al llegar la noche ella descansa a su lado, de Gerardo Tecé

 Gerardo Tecé 19/03/2024

La una, presidenta de la CAM y cara visible de la oposición a un régimen de terror socialista. El otro, humilde técnico sanitario al que en sus ratos libres le gusta practicar el capitalismo mediante empresas pantalla

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Isabel Díaz Ayuso durante la emisión de un programa de televisión. / La Sexta

Cantaba Alberto Pérez en La Mandrágora (1981) sobre una pareja que tenía que ocuparse de cuidar cielo y tierra. A pesar de tener las tareas divididas –él se ocupaba de lo que importa y ella de todo lo importante– era un trabajo cansado. Por eso, al llegar la noche, ella descansa a su lado. Cuarenta y tres años han tenido que pasar para que descubramos quiénes eran los protagonistas de esta bonita historia de amor y cuidados. Cuando llega la noche, Isabel y Alberto descansan juntos y exhaustos tras haberse ocupado de las olas y vigilar la marea; tras encargarse de troncos, frutos, flores y regar lo escondido. Es cansado. Cómo no va a serlo. La una, presidenta de la Comunidad de Madrid y cara visible de oposición a un régimen de terror socialista. El otro, humilde técnico sanitario al que en sus ratos libres le gusta pasear, hacer deporte y practicar el capitalismo mediante empresas pantalla. Una afición, esta última, que le ha reportado un importantísimo patrimonio y también algún dolor de cabeza en forma de inspección de Hacienda. Es cansado. Y a lo agotador del trabajo se le suma que, mientras unos cuidan con cariño cielo y tierra, hay quien trata de nublar lo uno y embarrar lo otro. Es cansado.

Por eso, al llegar la noche, ella descansa a su lado. Y hablan de cómo ha ido el día. Él habla más que ella. Nos pasa a los que tenemos trabajos solitarios. Es ese momento de sofá el que aprovechamos para contarle a nuestras parejas lo que no hemos podido contarle a la impresora. Una impresora, un ordenador, cuatro millones de euros facturados y cero empleados son los únicos compañeros de trabajo, inertes e insensibles, de un técnico sanitario capaz de la heroicidad de generar millones de euros de beneficio desde una oficina sin empleados. Necesitas calor humano que te diga que qué bien, qué mérito tan grande y qué ejemplo de productividad generar tanta riqueza sin necesidad de gastar un euro en sueldos. Tendrían que darte el Nobel de Economía, dice ella y él se sonroja. Y sus ojos, en su costado. Es cansado. También para ella, que le cuenta que un día más el régimen de terror la ha criticado por dejar morir a unos cuantos ancianos que, total, se iban a morir igual. No hay ya sensibilidad en este mundo cruel en el que todo vale. Y es cansado.

Por eso, al llegar la noche, ella descansa a su lado. Y es a esa hora del sofá y las confesiones cuando el hogar se convierte en fortaleza. Lo que pasó fuera, fuera se queda. O así debería ser. No importa que sea un piso de 60 metros cuadrados a las afueras o un dúplex de lujo de un millón de euros en la zona más cara de la ciudad. No importa que el techo sea prestado, de alquiler o que figure como sede fiscal de una empresa que hace negocio con material médico intentando aprovecharse de las necesidades en África. Importa que el hogar debería ser inexpugnable siempre. A nadie le debería importar si el nido de amor de una presidenta y un técnico sanitario ha sido pagado con comisiones millonarias, facturas falsas o pelotazos médicos. Porque es esa la hora del día y el lugar del mundo en el que todos, ya seamos técnicos sanitarios o trabajadores precarios, debemos tener derecho a olvidarnos de nuestras preocupaciones y soñar con un paseo en Maserati o Porsche dejando atrás los problemas. Es cansado. Sus ojos en su costado recordando que llegar ahí no ha sido tarea sencilla. No lo es cuidar del cielo y la tierra. Las dificultades aparecen. Como aquella en la que un concejal del Ayuntamiento de su propio partido se negó a concederles una licencia de obra para su hogar por falta de documentación. Aquello, por suerte, se solucionó y el concejal fue convenientemente apartado del consistorio. Si le pones cariño y esmero, cielo y tierra acaban funcionando. Aunque sea cansado. Tus ojos, en mi costado.

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Viñeta: Donde sólo veíamos muertos... Otros sólo veían dinero.



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