Hordago El Salto 27 MAR 2024
El mensaje va calando. El populismo punitivo vende y vende bien. La inseguridad está ya entre las principales preocupaciones de los ciudadanos de bien
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Primera imagen. Se puede ver a menudo, no importa demasiado ni el día ni la hora a la que suceda, tampoco la ciudad en la que una redada de la Ertzaina o la Policía Municipal coloca, de forma violenta y chulesca, a unos jóvenes contra la pared. A muy pocos metros de distancia, los turistas se sacan fotos con vistas a una calle con solera, la bahía de la Concha o la Ría de Bilbao, mientras degustan las delicias de la gastronomía vasca. Control rutinario del orden de la ciudad, las reglas son claras e indican dónde puede situarse cada uno, la lógica de la frontera.
Segunda imagen. Cuentas de redes sociales gestionadas por miembros de la Ertzaintza reclaman un modelo securitario como el desplegado por Nayib Bukele en El Salvador. Pocos días más tarde, un conocido agitador de la más enajenada extrema derecha española publica ficheros policiales de las actuaciones en las fiestas de Bilbao. Las fotos revelaban los rostros y nombres de los sospechosos habituales.
Los políticos toman buena nota. En España se ha endurecido recientemente el código penal para reprimir la pequeña delincuencia y abundan los ejemplos de populismo punitivo. En uno reciente, el inefable alcalde de Bilbao se permitió abrir el último debate electoral con una arenga policial: “Debemos apostar por más policía, más drones, más cámaras, más comisarías (...), en definitiva, más contundencia para una policía punitiva”.
El mensaje va calando. El populismo punitivo vende y vende bien. La inseguridad está ya entre las principales preocupaciones de los ciudadanos de bien. Las páginas de sucesos de la prensa local señalan casi a diario los múltiples peligros que nos acechan. La reconfiguración de un clásico. En los años 70 eran los quinquis, los yonkis y las putas, elementos antisociales que eran reprimidos utilizando el Código Penal. Ahora son principalmente jóvenes magrebíes o manteros los que mediante la gestión administrativa del espacio público y la expansión de los poderes policiales son castigados y perseguidos. A cada redada, cada cacheo y cada hostia que le calzan a un adolescente marroquí se estrechan los límites de lo posible, mientras se ensancha, hostia a hostia, el imperante sentido común reaccionario.
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