12 de agosto de 2024 Juan José Téllez
Antes de que encarcelaran a los raperos o exiliasen a los yotubers, cuando Albert Boadella tenía que picar billetes por La Torna y en los cines prohibían “El Imperio de los Sentidos”, cuando la democracia estrenaba su propia censura, el legendario Chicho Sánchez Ferlosio tuvo problemas frecuentes con Eduardo Manostijeras, lo que probablemente le llevaría a ingeniar su canción “La Ley”, que no gustó nada entre togas y puñetas: “¿Quién quitara eso/que acosa al súbdito y derriba al rey?/¿Quién quitara eso/Que no me deja ignorar la ley?/Señor juez no le quiero faltar/pero a mí ya no hay rito ni símbolo/que me haga creer/que la ley es la ley./La ley, la ley/y mira lo que dice el juez./La ley, la ley/y da con el martillo el juez./La ley, la ley/y mueve la peluca el juez/La ley, la ley/Ley, la ley, la ley”.
Cuarenta y cinco años después, los jueces siguen moviendo su ajada peluca y seguimos sin creer que la ley es la ley, porque no la sentimos así. No todo en democracia es democrático, eso se sabe. Por ejemplo, el ejército: aunque defienda las libertades públicas hasta que se canse de hacerlo, ni sus órdenes ni su graduación se establecen por sufragio universal o por vía asamblearia. Sin embargo, nada impide que la justicia lo sea, aunque sus jueces no: largas oposiciones, extracción pudiente en gran parte, ideología conservadora, etcétera (...)
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