diciembre 20, 2024

CTXT. Carta a la comunidad 382 | Amador Fernández-Savater: Marranismo

7/12/2024 


Querida comunidad contextataria:

  

He leído recientemente el libro de la filósofa italiana Donatella Di Cesare sobre los judíos marranos de los reinos cristianos de la península ibérica, Marranos: el otro del otro. ¿Conocen la historia, verdad?

 

        El Edicto de Toledo, promulgado por los Reyes Católicos en 1492, ordena la expulsión de todos los judíos que no se conviertan inmediatamente (cuatro meses de plazo) al cristianismo. Los marranos son los judíos que deciden quedarse y se convierten al cristianismo, pero mantienen en secreto los ritos hebraicos.

 

        Ni la fuga ni el martirio. Ni la obediencia ni la desobediencia abierta. Los marranos optan por un prudente disimulo. No se sabe –sólo ellos, en su fuero interno– si se han convertido “sinceramente” o son judíos disfrazados. Viven “entre” identidades, sobrellevando con mil dificultades y una extrema atención la angustia de una vida en la fractura y la duplicidad.

 

        Perseguidos incesantemente por la Inquisición. Policía de las identidades, capaz de detectar la más mínima diferencia, de husmear en los fueros internos, de “hacer confesar” a los traidores que disimulan. Policía de la clasificación y la conminación: cada uno debe ser lo que es, coincidir consigo mismo de modo pleno y total.

 

        1492, año de la conquista. Hacia fuera y hacia dentro, borrando y absorbiendo todo lo otro (indígena, judío) en nombre de la pureza de lo mismo. La Modernidad nace en esa fecha, afirma Donatella Di Cesare, con la limpieza de sangre y la sacralización de la identidad única. Debemos ser de una sola pieza, ser siempre de los nuestros.

 

        ¿Hemos abandonado esa historia? Yo diría que no, de ningún modo. Siento a menudo que nuestra plaza pública, supuestamente tan plural, libre y democrática, es en realidad una verdadera policía de las identidades. A veces en forma de tribunal cancelador, a veces en forma de tablero de ajedrez polarizado, pero dejando excluida siempre la complicación de lo humano.

 

        ¿Inocente o culpable, a favor o en contra, blancas o negras? La actualidad política y mediática se presenta como una serie de alternativas cerradas y tomas de partido obligatorias. Hay dos bandos y debemos elegir, a riesgo de ser sospechosos de equidistancia, vacilación cobarde, marranismo. No cabe la conversación ni el pensamiento, modos de elaboración de la complicación de lo humano.

 

        Comprendo muy bien a los que se adentran en la vía del silencio. Los abstencionistas, lo que “pasan”, los que dan la espalda a la política y la actualidad. Simplemente se protegen, se cuidan de las clasificaciones policiales y la presión a definirse, a enrolarse, a alinearse. Pero no sé si hay “afuera” posible de la sociedad del espectáculo, del mundo mediatizado.

 

        ¿Cómo sobrevivir a la nueva inquisición? Queda la conversación íntima, en confianza, con los amigos. Amigo es todo aquel con quien puedo dudar y vacilar sin sentirme juzgado, con quien puedo pensar. Pensar sólo es posible desde la fragilidad de un no-saber. Lo demás es exhibición de certezas, seguridades, convicciones.

 

        ¿Puede un medio de comunicación evitar la simplificación y unilateralización del debate público? ¿Ser un espacio de conversación y pensamiento, abierto y acogedor para todos los que quieren dudar y pensar, los que no saben siempre todo a priori? ¿Hay lectores para sostener algo así? Lectores amigos, pienso en ustedes.

 

        Lectores capaces de “leer entre líneas” y detectar las cargas de profundidad que se lanzan sin estridencias ni griterío. Lectores sutiles que aprecien no sólo las “verdades como puños”, sino los susurros cómplices de resistencia. No sólo las “palabras definitivas” que zanjan debates, sino las palabras iniciales que abren conversaciones. Lectores en posición femenina, podríamos decir, ya sean estos hombres o mujeres, lejos de las opiniones fálicas, redondas y cerradas, completas y autosuficientes.

 

        Los marranos, ¿fueron valientes o cobardes? No se sabe. ¿Temerarios o viles? Imposible de decir. ¿Héroes o villanos? Indiscernible. Preservaron en todo caso la dialéctica y la contradicción, motores del pensamiento, materia misma de lo humano. La no-coincidencia con uno mismo como condición de la apertura al otro. La desconfianza hacia los bandos y las palabras gregarias, incluidas las propias. El arte de la máscara y el disfraz. El humor y la sutileza como forma de vida.

 

        Habitaron la imposibilidad (de ser esto o lo otro, de ser) y rindieron homenaje así a la complicación de lo humano, esa “falla en la lógica del universo” que decía Marguerite Duras. Contra todas las limpiezas de sangre. Las policías de la identidad. Las inquisiciones viejas y nuevas.  

Amador Fernández-Savater


 

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