Eran las diez de la mañana y en la Audiencia Nacional se sentaban, en forma de Rajoy, décadas de corrupción del partido gobernante. Décadas de un modo de gestionar lo público que han provocado una hemorragia económica y social que sigue desangrándonos. Como todos sabíamos, y como diría el propio Rajoy, lo de hoy no era una cosa menor, o dicho de otra forma, era cosa mayor. Ese era el contexto, la Audiencia Nacional, el terreno de juego y Rajoy, el protagonista que saltó al campo algo inquieto. Se notó en sus primeras respuestas, breves y desenfocadas –“no me ha respondido a lo que le pregunto” fue su debut en la sala-- que aquello no era un trago agradable. Al poco todo cambió. Cualquier futbolista explicaría de forma sencilla el proceso por el cual se pasa de los nervios al confort en una gran cita como la de esta mañana en cuestión de segundos. “Sí, bueno, algunos nervios, pero cuando uno sale al campo y la pelota rueda, uno hace lo que sabe hacer y los nervios se van, ¿no?”. Y el pelotero Rajoy mató los nervios haciendo lo que sabe hacer: jugar al esperpento con ayuda arbitral y echándole berlanguismo al asunto.
En su salsa y cediéndole el nerviosismo al propio tribunal, Rajoy empezó a hacer de Rajoy en plena sede judicial recordándonos a Maradona dándole toques a aquella bola de papelUno de los principales problemas a los que tenía que enfrentarse Rajoy, además de a la foto de un presidente del Gobierno sentado ante un tribunal, era el de la obligación de tener que decir la verdad, un ejercicio imposible para quien nada con la corrupción al cuello. Descartada la posibilidad de decir la verdad sobre lo que sabe de la Gürtel, a Rajoy le quedaba la única salida de no mentir demasiado. Y esta mañana sólo necesitó la mentira primera: “Mi función en el partido era sólo política”. A partir de ese momento, de la tarea de evitar la escena de un presidente riéndose del tribunal, se encargó el abogado de Bárcenas, que se puso la camiseta de marianista, y el propio presidente de la sala. Sus “venga, venga, ya está bien, le ha dicho que no sabe, siguiente pregunta” superaron en número, para sorpresa en las casas de apuestas, a los “mire usted, no me acuerdo” del presidente. La cara del presidente de la sala era de apuro. En cada gesto parecía pedir que aquello acabase lo antes posible, que estamos molestando a este señor de Pontevedra y tendrá cosas que hacer esta mañana. En su salsa y cediéndole el nerviosismo al propio tribunal, Rajoy empezó a hacer de Rajoy en plena sede judicial recordándonos a Maradona dándole toques a aquella bola de papel. Los peloteros son capaces de hacer virguerías incluso en las condiciones más adversas y el presidente del Gobierno, preguntado por la mayor trama corrupta de nuestra historia, desplegó su repertorio de chascarrillos –“mi respuesta tiene que ser gallega, no va a ser riojana”--, faltas de respeto a los letrados –“no es muy brillante su razonamiento”-- y el vacile habitual –“hacemos lo que podemos significa que hacemos lo que podemos”-- a los que nos tiene acostumbrados. En la sala hubo risas. El marianismo como forma de vida es hegemónico.
Acabado el paripé que ha llevado a un hombre que no tenía ni idea de lo que allí se trataba a declarar ante el tribunal, el presidente de la sala dio por concluido el mal rato. A esas alturas de la mañana, el cuerpo nos pedía que lo anunciase con un solemne “esto está ya sustanciao”. Un país está jodido cuando la realidad supera la ficción que dibujó gente como Valle-Inclán o Berlanga. Y España está en ese punto de superación.
Desde el Partido Popular se muestran eufóricos. Rajoy ha salido airoso y si no ha ido al balcón de Génova a celebrar el escaqueo ha sido por el qué dirán. Y quizá ese sea, hoy día, el gran problema de este país. Tener gobernantes que consideran un éxito que una figura de autoridad como lo es un presidente se escaquee “saliendo airoso”. Considerar una victoria el esconderse tras el yo no sé nada, el evitar responsabilidades dejando caer la culpa de muchos mandamases a un solo extesorero con demencia senil. Será un éxito para algunos. Para la mayoría, esto es un problema que hace que esa gran nación de la que tanto habla Rajoy sea en realidad un país jodido por dirigentes con esos valores.
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