Ignacio Escolar Muy bueno este artículo de Javier Aroca
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No, entre el camino pedestre a la independencia y el rupestre a la unidad, no me da la gana de estar con nadie. Javier Aroca 17/09/2017 http://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/Catalunya-oscuridad_6_687741230.html
Con tanto bullicio de
alegres jubilados, acabas en la cafetería del AVE. En la sinuosa barra
me topo con periódicos capitalinos. La unanimidad es preocupante y
compacta, no hay sitio para la disidencia, todos contra la calamidad del
separatismo, manifiestos, firmas, la amenaza aglutina; igual habría
pasado si la velocidad me trajera allende el Ebro. Unanimidad en lo suyo
en ambas orillas, imposible disentir.
Estamos en un tiempo polar y también lanar, por ideología o por salvar el futuro precario que acaba con el más pintado. Es el tiempo de la mediocridad del pensamiento.
Si acaso, irrumpe en el debate la reclamación o la acusación y
señalamiento de equidistancia. Yo no me declaro equidistante, reclamo
ser distante de los unos y de los otros, es mi libertad; soy distante de
todos pero cercano e involucrado en la defensa de las libertades y la
democracia. Las libertades están en peligro, la primera la libertad de
expresión. Sin ella, el ejercicio de las demás libertades es una
quimera. Así lo supieron, y a ello dedicaron sus vidas, los primeros
demócratas de las dos orillas del Atlántico cuando aquí lo más original
que se nos ocurría eran golpes tras golpes, espadones con fusiles y
crucifijos, contra todo aquel que propusiera algo de libertad.
Si no estás con uno de los dos te machacan, tiempos de
invierno nuclear, oscuridad construida con las cenizas de panfletos,
nóminas debidas o soñadas, artículos escritos o radiados de ocasión,
editoriales forzosas o meritorias, demoscopias de cámara, leyes
aceleradas, fiscales dicharacheros, argumentarios de hambre y
dependencia de lo que sea, precariedad material, sin duda, la que
esclaviza la libertad.
No, entre el camino pedestre a la independencia y el rupestre a la unidad, no me da la gana de estar con nadie.
Permíteme, querido paisano y vecino -de la calle Sol a Dueñas- que me
acuerde de ti. Si, tú, Chaves Nogales, nunca polar ni equidistante, solo
periodista honesto y demócrata cabal, de los pies a la cabeza.
No hay luz por mucho que la busco: unos son oscuros de por sí, otros están escondidos en la penumbra, al liquindoi. Me voy, virtualmente, a Escocia.
En enero de 2012, el secretario de Estado para Escocia, Michael Moore,
con la sanción de Cameron y Clegg, primer y viceprimer ministros del
Reino Unido, remitió al Parlamento británico un documento: El futuro constitucional de Escocia.
El Gobierno escocés había reconocido en 2007 que sus poderes estaban
constitucionalmente limitados y no podían convocar legalmente un
referéndum para la independencia de Escocia. Ahí podía haber terminado
la cuestión, pero no. El febrero de 2010, el Gobierno escocés se dirigió
al británico con una declaración de interés para la celebración de un
referéndum de independencia, volviendo a reconocer sus limitaciones
constitucionales. ¿Se acabó el asunto ante tal demostración de
sinceridad y honestidad política? No.
Las propuestas
del Parlamento escocés no tenían amparo legal, no por la aplicación
de legislaciones antiguas, Acta de Unión de 1707, sino por la Ley de
Devolución de poderes a Escocia de 1998 (Scotland Act). El Gobierno
británico contestó que eran materias reservadas al Parlamento británico
y constató que, en caso de litigio, los tribunales no darían la razón a
los escoceses. ¿Pero se quedó ahí el asunto? Tampoco.
El Gobierno británico pensó que no era bueno que un asunto de esta
naturaleza se resolviera en los tribunales, era un asunto político, y
reconocía que el Partido Nacionalista Escocés había comparecido
electoralmente con la promesa de un referéndum en las elecciones de
2011, recibiendo un apoyo mayoritario y significativo con los deseos de
los escoceses. Pero ¿cómo resolvieron la endiablada situación?
Con el arte de la política. El Gobierno británico llevó su propuesta
al Parlamento británico, competente en la materia, según reconocían
ambas partes, el cual dispuso un marco legal adecuado, justo y leal,
para que los escoceses pudieran en referéndum decidir si querían o no
continuar en el Reino Unido.
El resultado es sabido,
los escoceses decidieron en libertad. Ninguna de las partes, ni
vencedores ni vencidos resultó fatalmente dañada, y la democracia
británica quedo ciertamente fortalecida, a pesar de lo complicado y
difícil del momento.
Eso no ha pasado en España.
Obviamente, algunos se han encargado que no haya luz, hemos perdido
muchos años, la falta de cultura política, la mezquindad político
electoral y la irresponsabilidad se ha instalado en la política española
de ambas orillas del Ebro, y ahora la democracia española está
seriamente comprometida.
Chaves Nogales escribió sobre Catalunya, la republicana, de la que fue testigo privilegiado. Decía que
"el separatismo es una substancia que se utiliza en los laboratorios de
Madrid como reactivo del patriotismo, y en los laboratorios de
Catalunya como aglutinante de las clases conservadoras". Para
sus privilegios económicos. Reconocía que no hay más fervor ni
entusiasmo popular con el soberanismo en ninguna parte del Estado como
en Catalunya.
Al final, reconocía: "si las izquierdas
no querían lanzarse a una aventura revolucionaria ¿por qué lo
intentaron?, si las derechas no pretendían acabar con el régimen
autonómico ¿por qué fueron contra él?" Muy actual.
Al
final, unos y otros "se comerán el sapo", al cincuenta por ciento, "en
Catalunya no pasará nada, hay un sentido conservador que se impondrá
fatalmente".
Lo decía mi paisano y vecino, porque le
daba la gana, porque era libre, sin argumentarios, ni guión, ni recados
vicepresidenciales, porque no le daba la "republicanísima" gana de
estar con el uno o con el otro. Murió en Londres, en el exilio, por
supuesto.
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TAMBIÉN: Izquierda, burguesía, nación. Jorge Galindo 22 SEP 2017
https://elpais.com/elpais/2017/09/21/opinion/1506007064_093475.html
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TAMBIÉN: Izquierda, burguesía, nación. Jorge Galindo 22 SEP 2017
https://elpais.com/elpais/2017/09/21/opinion/1506007064_093475.html
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