Gonzalo Tejerina Lobo ha compartido un enlace. 31/5/2018
Antón Saavedra contempla el parque de perros donde estaban los barracones. Al fondo, el pozo Fondón. P. SIMÓN
Esta mano de obra esclava fue catalogada
en un detallado fichero fisiotécnico que en 1941 contaba, según el
periodista Jordi García Soler, con 103.369 penados, 10.000 de ellos
mujeres. Gracias al sudor de estos presos, según recoge en su libro Esclavos por la patria
el también periodista Isaías Lafuente, el franquismo obtuvo unos 780
millones de euros. Una cifra a la que habría que añadir los réditos que
extrajeron las empresas que pagaron al régimen por esta mano de obra un
precio mínimo, entre las que se encuentran algunas de las más importantes hoy del Ibex 35 como Dragados y construcciones (ahora parte de ACS, de Florentino Pérez), OHL, Banú, o aquellas de cuyo accionariado forma parte la familia March, como Prosegur o Acerinox. Y en el
caso de los pozos mineros asturianos, la nacionalizada por Franco como
Hunosa, Carbones Asturianos, y la aún hoy vigente Duro Felguera.
“Destinaban a los presos a los puestos
más peligrosos de la mina, como picadores y barrenistas –los que abrían
las galerías con dinamita–. Como necesitaban que estuviesen fuertes,
tenían derecho por ley a cien gramos de tocino de cerdo una vez al día,
pero no se los daban porque la Guardia Civil y los falangistas los
vendían de estraperlo. Los tenían muertos de hambre, a base de calderos
de agua con cuatro lentejas. Este país era una cárcel por un lado y el robo por el otro”,
sentencia Saavedra, mientras contempla la explanada a la que algunos
vecinos traen a sus mascotas para que hagan sus necesidades y donde
malvivieron “unos presos que estaban muy bien
vistos entre la mayoría de los mineros por haber defendido la República,
había gente que eran iconos del movimiento obrero”.
(...)
“Que donde había un campo de concentración haya ahora
un parque de perros es un ejemplo representativo de nuestra percepción
de la memoria histórica, de la interpretación que hacemos sobre qué
vestigios consideramos dignos de recordar. Si lo comparas con países
como Austria o Alemania, estamos en las antípodas”, analiza García
Piñero. “La democracia actual es una prolongación del régimen anterior,
que no fue demonizado ni condenado, y su base es la de mantener una
actitud de respeto hacia el franquismo. La transición se basó en dejar
intactas sus instituciones y personas”, añade antes de compartir la
metáfora con la que explica a sus estudiantes de secundaria la
importancia de la memoria histórica: “La vida es como conducir un coche:
tienes que mirar para adelante, pero también lo que queda atrás por el
retrovisor. Nuestra sociedad ha roto todos los retrovisores” (...)
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