Era
noviembre de 1936. Los primeros miembros de las Brigadas
Internacionales llegaban al Madrid asediado por las tropas de Franco
para defender a la República. Murieron a cientos en la Batalla de
Madrid, tratando de contener las embestidas de legionarios y regulares
marroquíes en la Ciudad Universitaria. Unos meses más tarde, en febrero
de 1937, Franco inicia una nueva ofensiva en la zona del Valle del
Jarama, cerca de Morata de Tajuña. Miles de voluntarios de las Brigadas
Internacionales, sobre todo ingleses,
irlandeses y norteamericanos, son enviados a toda prisa para detener el
avance franquista. Muchos de ellos no pasaban de los 25 años. Allí, en
aquellos olivares, tuvo lugar una de las batallas más salvajes de toda
la guerra, con 17.000 muertos entre ambos bandos en apenas tres semanas
de combates.
Más de 2.500 brigadistas murieron en aquel páramo, entre los olivares, sobre la tierra congelada de febrero. Dieron su vida por una tierra que no era la suya, defendiendo una causa que no era sólo española, sino universal: la de la democracia, la justicia, la solidaridad internacional y el antifascismo. Charlie Donnelly, poeta irlandés, participante en la batalla, escribió: " Hay muerte por todas partes; hasta las olivas sangran". Él también sangró hasta morir entre aquellos olivos, con tan solo 22 años. Este monumento de dos puños alzados se erigió en su memoria. Su ejemplo, su determinación y su gesto heroico nos iluminan hasta el día de hoy. En recuerdo a los luchadores por la libertad que murieron en el Jarama, repitamos hoy más alto que nunca: No pasarán, fascismo nunca más.
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Más de 2.500 brigadistas murieron en aquel páramo, entre los olivares, sobre la tierra congelada de febrero. Dieron su vida por una tierra que no era la suya, defendiendo una causa que no era sólo española, sino universal: la de la democracia, la justicia, la solidaridad internacional y el antifascismo. Charlie Donnelly, poeta irlandés, participante en la batalla, escribió: " Hay muerte por todas partes; hasta las olivas sangran". Él también sangró hasta morir entre aquellos olivos, con tan solo 22 años. Este monumento de dos puños alzados se erigió en su memoria. Su ejemplo, su determinación y su gesto heroico nos iluminan hasta el día de hoy. En recuerdo a los luchadores por la libertad que murieron en el Jarama, repitamos hoy más alto que nunca: No pasarán, fascismo nunca más.
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