Creo,
compañeros, que ahora nos toca hablar más bajo. Nos toca asentir con la
cabeza, inclinar la mirada, hacernos a un lado. No solo mañana, también
el día después. Y al otro. Y muchos más días. Nos toca reconocernos en
nuestra nueva condición de aprendices. Ha llegado la hora de escuchar
más. Tenemos infinitas razones. Vamos a recordar solo algunas: la lacra
de la violencia contra las mujeres; la brecha salarial; la explotación
sexual de mujeres y niñas alrededor de todo el
mundo; su miedo al caminar solas en la noche de infinitos rincones del
planeta. Nos toca hablar más bajo, sí, y nos toca escucharlas. No es la
voz de la mitad del género humano, sino la voz de la justicia y la
igualdad alzándose por todas partes. Hace años era un rumor que poco a
poco se ha convertido en clamor. Como muchos hombres, tengo dudas del
papel que me toca jugar, pero sé una cosa, algo que deberíamos
comprender todos: el feminismo no nos agrede, no es a nosotros a quienes
grita, sino a la injusticia, a la opresión y al patriarcado, esa forma
de organización social que bebe de un odio proverbial y de una
masculinidad pervertida, capaz de engendrar monstruosos comportamientos.
Nos toca hablar más bajo.
Callar, quizás. Dialogar, aprender, educar para la igualdad real,
reconocernos en la lucha de las mujeres que es, al final, la lucha por
la dignidad de todos y todas. Adelante, compañeras. Vamos todas juntas.
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