Los
primeros análisis que van saliendo convergen en dar por finalizada la
hipótesis Podemos. No puede atribuirse a la división con Errejón la
caída en picado (de hecho, Madrid es, por dolorosa que sea la pérdida de
ayuntamiento y comunidad, uno de los lugares donde el viejo voto a
Podemos cae menos, incluyendo en este a MasMadrid): Castilla-León,
Murcia, tantas otras comunidades no tenían ese factor y la caída de
votos ha sido mucho mayor. Ya no es momento de reproches. No me
rece
la pena, no hay que discutir con los restos de un partido agonizante
que, por mucho tiempo, seguirá echando las culpas al resto del mundo: la
prensa, el poder, la izquierda amable, lo que sea. La transición de la
transición ha terminado. Estamos en otra etapa y otro contexto en el que
la disputa nacionalismo-independentismo seguirá entreteniendo al
personal, mientras que el marco europeo sí ha cambiado sustancialmente.
Pollo agridulce: sube la ultraderecha, baja la vieja política, salvo en
España por razones internas, y suben nuevas fuerzas renovadoras como son
los verdes. Estamos en una transición nueva, no solo energética sino
sobre todo cultural: incorporar a las estructuras e instituciones los
reclamos profundos antipatriarcales, contra la catástrofe ecológica, el
control de las nuevas tecnologías, la lucha contra la desigualdad
creciente y la creación de un entorno de países no alineados en la nueva
guerra fría entre dos oligarquías. Todos son temas transversales, cada
uno de los cuales puede reclamar ser para un 99%. Los viejos formatos,
modos, corporeidades y testosteronas de la vieja izquierda educada en
las celdillas conspirativas están acabando sus días. Ahora queda el
conectar las múltiples REDES SOCIALES (no confundir con las redes
sociales como esta) que llevan tiempo en la resistencia
contrahegemónica. Y, por dios, que toda esa gente que ha andado haciendo
currículo activista y mostrándolo como si fuese un currículo
profesional se recicle y vuelva al trabajo y la vida cotidiana (y que
dejen de conspirar y rayarnos a todas). Como escribía en mi anterior
libro, "Cultura es nombre de derrota" citando a William Carlos Williams,
Ninguna derrota es enteramente una
derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
hasta entonces
insospechado.
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