Mientras releo "Un cuarto propio conectado" de
Remedios Zafra,
preparando un seminario-charla sobre sus escritos, me encuentro con una
de sus muchas metáforas: el muro-pantalla que erigimos a través de la
red, a veces para conectarnos, a veces para protegernos. El texto me
recordó una anécdota que me contó
Diego Lawler,
comiendo con unos amigos que habían pertenecido a los montoneros. En el
aislamiento de uno de los chupaderos de la dictadura, dos prisioneros
aislados inventa
ron un lenguaje de
ruidos, golpes, arañazos,... con el que lograron resistir y comunicarse
durante su confinamiento. No se conocían, pero milagrosamente lo
hicieron tiempo después. El muro de la prisión, construido para aislar
se convirtió en un muro pantalla que recreó los lazos afectivos con los
otros y salvó a aquellos dos de la muerte en vida que es el
confinamiento. Paradójicamente, la red y la pantalla ejercen una función
similar. Muchos, como yo, como Remedios Zafra,
preferimos el contacto a través de este filtro luminoso y el teclado.
Cuando nos presentamos en cuerpo y alma somos extremadamente tímidos y
absolutamente diferentes a la máscara que construye el muro-pantalla.
Suelo preferir la comunicación por teclado a la verbal porque la
dilación de tiempo, la protección del espacio y las restricciones
técnicas protegen las emociones tanto como las altera la conversación.
Sherry Turkle, antigua tecno-optimista ahora promueve "en defensa de la
conversación" contra las redes. Tiene razón. Debemos volver a los
espacios físicamente conectados, pero no es menos cierto que la
conversación tiene espacios y tiempos limitados y exigencias que no
siempre funcionan. Soy un antropólogo aficionado a escuchar
conversaciones (prefiero hacerlo a intervenir, salvo extraños momentos) y
observo una pérdida del arte de la conversación: la repetición de
anécdotas, aseveraciones, hasta los mismos chistes y chascarrillos. A
través de un muro-pantalla, como los dos prisioneros, a veces nos
pensamos más qué decir y dejamos que los sentimientos no alterados por
la adrenalina, cumplan mejor su función. Ahora que no hago sino llamar
de nuevo a la conversación y los círculos, parecería que me estoy
contradiciendo, pero, como Virginia Woolf, en Una habitación propia,
sospecho que no hay tal contradicción: la conectividad e intimidad se
dice ya de muchas formas. Tan importante como el lugar común (tantas
veces lleno de lugares comunes) es el lugar propio (muchas veces
habitado por muchas voces).
Manuel Rivas Es
probable que cada modo de comunicación tenga su lugar en el arte del
intercambio y confrontación de ideas, opiniones, experiencias.
Según el momento, el interlocutor, el tema. O quizás, del conjunto de estas cosas, sea preferible elegir comunicación verbal o a través de pantallas.
Esta
última forma permite leer al interlocutor y repensar antes de
contestar. Un estilo que se está perdiendo en la conversación oral
directa.
Lo que hemos perdido totalmente es la conversación de intercambio epistolar manuscrita.
Aquello sí que daba tiempo a repensar.
Paquita Caminante Posiblemente,
si nuestra manera de afrontar el contacto con los otros fuera
espontánea, sin enmascaramientos, la diferencia entre un intercambio
-conversación física- y otro -conversación virtual- no sería
significativa; salvo por los errores propios del directo. Saludos a todos
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