Eran mediados de los sesenta en la provincia de Castellón y un joven
José Martí Gómez hacía sus primeros pinitos en el periodismo como
reportero de Diario del Mediterráneo, un periódico del Movimiento. En su
libro, 'El oficio más hermoso del mundo', Martí Gómez cuenta una
anécdota que retrata la relación de la prensa con la sociedad y la
política de aquella época. El director del periódico le mandó a cubrir
cómo se había vivido en la provincia uno de aquellos referéndums
franquistas sobre alguna reforma legislativa en los que el resultado
estaba decidido antes de celebrarse la votación. Tras pasar la jornada
visitando varios pueblos, el joven periodista volvió a la redacción y
entró al despacho del director con un par de buenas historias bajo el
brazo. En una localidad, el alcalde se había encargado de ir mirando,
una a una, todas las papeletas de los vecinos, no fuera a ser que alguno
se equivocase y votase lo que no era. En otro pueblo, una señora pidió
que su marido, fallecido unos meses atrás, pudiese participar en la
votación: el hombre era muy franquista y se llevaría un disgusto si se
quedase sin apoyar lo que el caudillo había pedido que se apoyase. El
argumento pareció ser lo suficientemente consistente y los responsables
decidieron que el muerto votase. El director del periódico decidió que,
aunque las historias eran coloridas, era mejor que nada de eso se
publicarse.
A pesar de ser éste el día a día, contaba Martí Gómez en el libro, la
relación entre él y su director siempre fue buena. En una ocasión, tras
ser enviado a cubrir la conferencia de un Delegado del Movimiento en la
provincia, el alto cargo llamó al periódico para pedir que despidiesen a
aquel joven. Al parecer, su crónica posterior contenía una clara
manipulación: no había escrito que “las palabras del señor Delegado
fueron recibidas con una gran ovación por los asistentes”. El director
del diario se tuvo que inventar una buena excusa para proteger a Martí
Gómez. Viene recomendado desde arriba, por alguien importante del
régimen, improvisó. El Delegado no quiso meterse en líos y colgó
refunfuñando y resignado. El fascismo normalizado, el que ya ha calado
hasta los huesos de una sociedad, hace que todo, también la prensa,
funcione así. Y que la más cutre de las censuras se quede en anécdotas
divertidas.
Cincuenta años después, otros hacemos los primeros pinitos en un país,
por suerte, muy distinto a aquel. Aunque a veces no tanto. Yo,
personalmente, tengo la suerte de trabajar en un medio en el que no me
censuran una pieza cuando describo a partidos como Vox como “extrema
derecha” o “fascismo”. No soy muy original, sólo describo: es fascista
quien persigue al diferente y al más débil, quien vende odio por votos.
Pero soy consciente de que lo mío es un golpe de suerte. Ni mucho menos
es esa la normalidad.
En un país en el que ya habíamos normalizado la censura de noticias o
enfoques que pudieran dañar a los empresarios que pagan los anuncios en
prensa, una nueva moda censora se impone de la mano del nuevo panorama
político. Conozco a muchos periodistas, jóvenes y mayores, que se ven
obligados a hacer piruetas cuando tienen que hacer una crónica sobre el
asunto del momento para que el sueldo mensual les siga llegando. La
pirueta consiste en llamar españoles, patriotas, populistas de derechas o
radicales –en el mejor de los casos– a esa corriente política que crece
alimentándose del odio y el miedo al diferente. La pirueta consiste en
no mojarse demasiado. En respetar a quien no respeta. Al fin y al cabo,
en blanquear el fascismo. En CTXT no lo hacemos, ni pensamos hacerlo.
Desde 2015 tratamos el auge de la extrema derecha en Europa y todo lo
que supone de retroceso en Derechos Humanos y libertades civiles, en el
grave peligro que supone. El lema es “Orgullosas de llegar tarde”, pero a
veces –es lo que tiene ser libre para pararse a observar– llegamos
antes en los análisis que hacemos para ti. Ahora nos toca tratarlo (y
sufrirlo) de cerca, en nuestro país. Han llegado como opción de éxito,
capaz de decidir la gobernabilidad de un lugar tan libre y abierto como
(mi) Andalucía. Han llegado para despreciar a la prensa. Para, como en
aquellos primeros años de periodismo de Martí Gómez, volver a una época
oscura en la que el periodismo es un brazo a torcer, a someter. Por eso,
cuando el monstruo crece, la prensa libre tiene que crecer más que
nunca. Gracias a ti, que apoyas este proyecto periodístico, estamos ahí y
ahí seguiremos. Sin miedo, sin mordazas y con ganas de informar,
llamando a las cosas por su nombre. Gracias.
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