Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente (AEEFOR) · lavanguardia.com 1/07/2019 - Por Jordi Amat
Durante la última década España ha sido el tercer país del mundo donde más ha crecido la superficie
forestal. El 55% del territorio es boscoso. Ha sido un crecimiento no
planificado, y muy a menudo bosques y campos se han llenado (y seguirán
llenándose) de matorrales. Es una superficie gigantesca que ocupa 27,7
millones de hectáreas, y 18,4 millones son arboledas, territorio que
cada año produce 35 millones de toneladas de biomasa. No hay que ser
científico –no lo soy– para tener una vaga idea sobre su potencial: es
una materia orgánica aprovechable como fuente de energía limpia, barata y
renovable. Pero no aprovecharla, a diferencia de la energía del sol y
el viento, es un peligro. Lo hemos sufrido. Lo sufriremos. En los
bosques olvidados la biomasa se acumula, se reseca como consecuencia del
calentamiento creciente provocado por el cambio climático, y se dispara
su capacidad inflamable. Si la biomasa no se saca del bosque, dicho de
otra manera, tarde o temprano se quemará.
(…) desafío de los megaincendios. Se constata que contamos con buenos medios
para extinguirlos, buenos y muy caros. Pero la nueva tipología de
grandes incendios, que se descontrolan por la combustión de la biomasa
(en Portugal, en California), ultrapasan las posibilidades actuales de
extinción. Y pueden provocar no sólo problemas de medio ambiente.
También de protección civil. Contra ese peligro hace falta curar y sobre
todo prevenir. La prevención, dicen, tiene que ser una gestión del
paisaje forestal que priorice el aprovechamiento de la energía de la
biomasa. No sólo se estará luchando contra el fuego, así se generará
trabajo y arraigo en el medio rural.
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