Gerardo Tecé 25/05/2023
Cuando nos queramos dar cuenta de que esto no iba de racismo, los libros ya dirán que en mayo de 2023 hubo una campaña, sosteniendo la gran ilusión de que esta goleada de poder mediático sea democracia
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En plena adolescencia, después de estar de fiesta, una chica me pidió que la acompañase a casa. De camino, mientras mi boca hablaba y mi cara sonreía, mi cabeza descorchaba una botella de champán como las que descorchan los ganadores de un Gran Premio de Fórmula1. Al llegar a su portal, la chica me dijo que gracias por haberla acompañado a su casa y que hasta luego buenas noches. Mientras mi mano decía adiós y mi cara vete tú a saber, mi cabeza dio media vuelta, soltó la botella de champán y descubrió la enorme importancia que tiene la literalidad: a-com-pá-ña-me-a-ca-sa. Más clara no pudo ser. Tiempo después he vuelto a caer en la trampa. En esta segunda semana de campaña en la que, como pasó en la primera, tampoco ha habido campaña, el periodismo VIP ha puesto en marcha una enorme cruzada contra el racismo que sufre el jugador del Real Madrid Vinícius. Cruzada que algunos gilipollas hemos querido entender que iba de racismo en genérico con lo cual hemos respondido que si la valla de Melilla, que si los discursos de odio desde el Parlamento y la tele, que si la abuela, que también es negra, fuma. Un error que, como yo en aquel portal, hay que aceptar cuanto antes, no vaya a ser que tengan que venir Ferreras y Florentino a explicarnos con un dibujo que estamos hablando de racismo contra Vinícius. Y se nos quede más cara de tontos de la que ya tenemos en este final de no-campaña.
El poder es listísimo. Imaginen cuánto que hace unos siglos, a cambio de evitar revueltas, se permitió el lujo de dejar que los pobres, que eran mayoría absoluta, votasen. Es decir, que pudiesen decidir quién controlaba la política. No fue una operación sencilla. No lo son ninguna de las operaciones que pone en marcha el poder, pero esta de la democracia fue especialmente brillante. El asunto consistía en permitir el voto universal y que, a pesar de que los poderosos fueran un 1% frente a un 99%, se acabasen imponiendo sin despeinarse. Nadie hubiese dado un duro porque pudiera inventarse algo que compitiese con las necesidades vitales de esos pobres que, ahora, tenían la posibilidad de barrer para casa en forma de voto. Pero el poder lo hizo. Religión, patria o seguridad ocuparon el lugar que deberían haber ocupado preocupaciones del tipo cómo se iban a repartir los granos de trigo. Granos de trigo que, a propósito, tampoco jugaron a favor de la justicia social, sino del poder. Si gana el poder, repartir cien sacos de trigo entre cuatro poderosos hace que la cosa cunda y además alimenta la fidelidad de la clase social. Por el contrario, si gana la justicia social, tener que repartir cien sacos entre millones de hambrientos, hace que la cosa cunda y fidelice tirando a poco. Siglos después, el tamaño pequeño o grande del grupo con el que hay que repartir beneficios explica que en el Barrio de Salamanca haya mayor participación democrática que en Las Tres Mil Viviendas. A unos les llega el trigo a espuertas y la democracia les cunde. Otros ven el trigo por la tele y renuncian a la pequeña cuota de poder que supone su voto. Por un par de granos más la cosa no compensa. Cuando el trigo acabó invertido en medios de comunicación, el poder que partía en la batalla democrática con una desventaja de 99 a 1, dio por concluida la exitosa operación.
Como decíamos, se acerca el día 28 y aún no ha comenzado la campaña electoral. No hubo tiempo la primera semana con la aparición de ETA. No hubo hueco para hablar del problema de la vivienda ni de la recién aprobada ley que permite que las autonomías que se disputan este domingo activen o no mecanismos para rebajar el precio de los alquileres. Con Txapote de por medio, la Sanidad, la Educación no han existido. Con el repentino susto de que ETA gobierna España, no hemos podido debatir sobre cómo deben poner en marcha los ayuntamientos las políticas destinadas a frenar la contaminación y el calentamiento de las ciudades. Esta segunda semana, inmersos en el caso Vinícius, los medios controlados por el poder tampoco han tenido la posibilidad de entrar en campaña. Qué le vamos a hacer. No culpemos a quien solo hace su trabajo. Hagamos autocrítica quienes nos quedamos refunfuñando en el portal empeñados en mezclar a Vinícius con el mantero. Hagamos crítica por no haber sabido entender el clarísimo mensaje que nos habían enviado: no-al-ra-cis-mo-con-tra-vi-ni-cius (...)
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