febrero 27, 2024

CTXT. “La escuela rural es la vanguardia de la educación”. Por Xosé Manuel Pereiro

Xosé Manuel Pereiro 13/02/2024

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Alba Díaz, con algunas de sus alumnas y alumnos. / Cedida por la entrevistada



A Alba Díaz Fernández (Vigo, 1979) lo de enseñar le viene por los cuatro costados. Su familia tenía una academia en Lugo, la ciudad donde se crió, y su compañero es también maestro. Además es fotógrafa (ha realizado ya varias exposiciones, ha trabajado en un documental sobre memoria histórica y ha ilustrado libros de su pareja, que además de dar clases, es escritor), pero ante todo su pasión es la docencia en el campo. En el rural, que se dice en urbanita.

Creció delante de una pizarra, vamos. ¿Ya lo tenía claro desde pequeña?

Mi abuelo tenía una academia, de esas que preparan para oposiciones, y yo en Lugo siempre fui la nieta de don Jesús, pero la verdad es que de niña no lo tenía tan claro. De hecho, estudié Magisterio por Lengua Inglesa, quería dedicarme a la traducción e interpretación. Fue mi madre quien me empujó. Yo estaba en Irlanda y me convenció para que me presentase al primer examen para ser maestra. Me gustó la experiencia y acabé aprobando la oposición de magisterio por inglés. Enseñar para mí sí es vocacional. Es un trabajo duro, pero muy bonito.

Contra lo que mucha gente cree, aprobar una oposición es echarse a la carretera, por lo menos los primeros años.

Yo empecé a dar clases en Ferrol, después en la otra punta de Galicia, en el Baixo Miño [en la frontera con Portugal].

Estuve haciendo sustituciones dos o tres años, y después de otras paradas en Ferrol, en Xermade [en la Terra Chá, el centro de la provincia de Lugo] y por medio Lugo, tuve la plaza definitiva otra vez en plena frontera, en Tui. Como ya estaba embarazada de mi hijo Lois, pude volver a Xermade, y ahí estuve varios años.

¿Sigue en Xermade?

No, estoy cerca, en el Colegio Público de Muimenta, uno de los dos que hay en el ayuntamiento de Cospeito, estoy a media hora en coche de casa. Doy clase de inglés a alumnado de tres a doce años, hasta que van al instituto. Tenemos 45 niños y niñas, y dos rutas de autobús que los recogen en distintas parroquias, pero el colegio fue más grande. Si tuviésemos el comedor que pedimos, vendrían más.

¿Y cree que pueden conseguirlo?

Bueno, en los 15 años que lleva gobernando el PP han cerrado 157 escuelas, o sea que mucha esperanza no hay. La Consellería de Educación se comprometió de palabra en su momento, pero no ha habido ningún avance.

¿Por qué quiso quedarse en el rural?

Hay una relación más natural, más orgánica con la realidad. Las cosas de la vida, la muerte, son más normales, más fluidas. Dos niñas, al comienzo de una clase de infantil en Láncara, hablaban con normalidad del fallecimiento de una vecina: “Murió Aurora, era muy mayor…”, decía una. “Ay, pobriña, Aurora, me quería mucho”, saltó la otra. A otro, de tercero de primaria, muy cerca, en Paradela, le dije un día que hacía mucho calor: “Quítate la chaqueta, Pablo, que te vas a ahogar”. “No quito nada, que yo estoy muy acostumbrado al clima de mi parroquia”. No son ñoños, ni resabidos, ni funcionan a base de los estereotipos de la tele. Tienen más vínculos con sus abuelos... Un colegio del rural es la vanguardia, es el modelo educativo en el que deberíamos mirarnos. De hecho, yo pensé en traer a mi hijo conmigo, aunque sólo fuese por el idioma. Desde que entró en el colegio, dejó de hablar gallego.

Hay quien puede decir que criándose en el campo los chavales tienen menos mundo.

Me acuerdo de una niña en Carballido, en A Fonsagrada [al lado de Asturias], cuando le dije que el inglés podía resultar interesante para comunicarse en el extranjero: “Pero profe, yo eso no lo necesito para nada que no tengo pensado ir a ningún sitio, que nada se me perdió por ahí adelante” (ríe). No tienen menos mundo. Tienen otro mundo, y le da mil vueltas, en muchos aspectos de la vida, a eso que llamamos “mundo”. En la relación, tan bonita y tan natural, que tienen con la familia o los vecinos, de la que carecen los de ciudad. Además, hoy la gente del rural viaja, ya no es que no salgan de aquí.

Y además están las pantallas, tan cuestionadas hoy en día.

La tecnología cambió la forma de enseñar. Yo trabajo por proyectos, no hay libro, y siempre lo hice apoyándome en lo audiovisual, en fotografías… Hay mucho debate con las pantallas, es una herramienta de conocimiento, pero no es la única, y no se está empleando bien. Es un tema complicado y hay que gestionarlo en contacto con las familias (...)



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