Gerardo Tecé 24/04/2024
Quizá la mayor “exageración” sea llamar libertad a regar con dinero público a un ejército de medios que repetirán todas tus mentiras. Un serio problema para la democracia, dicen algunos. Animar las tertulias, dice MAR
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Miguel Ángel Rodríguez posa junto a Isabel Díaz Ayuso durante la investidura de esta en 2019. / PP Madrid
En la Barcelona preprocés, Jordi Évole caminaba por la calle junto a Miguel Ángel Rodríguez grabando un capítulo de Salvados. El exportavoz del Gobierno de España en la época de Aznar era por aquel entonces un fijo en las más prestigiosas tertulias de ultraderecha, como El Cascabel al Gato o El Gato al Agua. De haberse emitido un programa llamado Vamos a Apedrear al Gato, también hubiesen llamado a Miguel Ángel porque el tipo siempre daba juego. Aquel Salvados iba sobre la cada vez más deteriorada relación España-Catalunya, así que Évole se acercó junto a MAR a la valla de un colegio catalán en hora de recreo para comprobar si era cierta una de las denuncias lanzadas por el tertuliano de manera habitual: los niños catalanes eran castigados si hablaban castellano en el patio del colegio. Cuando los micrófonos del programa captaron voces de niños que intercalaban con normalidad el uso del catalán y castellano en el patio, Évole le puso a Miguel Ángel Rodríguez sus imágenes denunciando con vehemencia y alarmismo la persecución inexistente. El exportavoz del Gobierno de España sonrió y dijo: “Ya sabes que en la tele hay que exagerar un poco para animar las tertulias”. Ni se despeinó.
MAR pasó de las tertulias a la política madrileña, donde, visto lo visto, también es necesario animar el cotarro con “un poco de exageración”. Ser un mentiroso compulsivo se llamaba antiguamente a este género. Las “exageraciones” se acumulan en el currículum del tándem Miguel Ángel Rodríguez-Isabel Díaz Ayuso. La última, esa en la que la presidenta madrileña aseguraba ante los medios de comunicación que lo de su pareja era una simple inspección de Hacienda, lo mismo que les pasa a miles de españoles. Sólo que, en su caso, esa inspección estaba siendo salvaje por ser novio de quien era. La realidad es que todo lo que salía de la boca de Ayuso era falso. O una exageración, como le gusta llamarlo a MAR. Lo cierto es que no se trataba de una inspección, sino de la investigación de dos delitos cometidos y reconocidos por su novio cuarenta días antes de esa rueda de prensa en la que Ayuso mintió. Hacía más de un mes que su pareja andaba ofreciéndole a la desesperada un pacto a la Fiscalía que lo librase del juicio por delito fiscal y falsedad documental. La única cosa cierta en esta historia es que un poco de “exageración” siempre viene bien, como quedó demostrado cuando los medios subvencionados por la Comunidad de Madrid empezaron a repetir lo de la “inspección salvaje” como si no hubiera un mañana en el que seguir “exagerando”.
El tándem acumula “exageraciones” a un ritmo vibrante. Según los expertos que analizaron la gestión de la covid, fue toda una “exageración” decir que los 7.291 fallecidos en residencias madrileñas a los que se les negó atención médica hubiesen muerto de todas formas. Para nada. Muchos se hubieran salvado. Y los que no, hubieran tenido una muerte digna con cuidados paliativos muy diferente a la que tuvieron. Era una “exageración” decir, en pleno escándalo de los contratos con Quirón que acababan desembocando en el bolsillo de la pareja de la presidenta, que la sanidad madrileña había recibido un premio a la mejor gestión sanitaria. El titular ampliamente difundido por Ayuso y sus medios subvencionados era “exagerado” porque ese premio se otorgaba bajo criterios de autoevaluación. Para entendernos, es como si MAR se pusiese un 10 en conocimiento de infancia catalana. Era otra “exageración” asegurar que había periodistas acosando la vivienda de Ayuso ocultos bajo pasamontañas con el logo de sus medios. La realidad era que varios periodistas estaban preguntando en el vecindario para confirmar que Ayuso también “exageró” al decir que en el lujoso piso donde vive todo era legal. No era uno, sino dos pisos de lujo y una reforma ilegal en el ático a nombre de un testaferro que había inundado un restaurante que tuvo que acabar cerrando. Se acabó tomar cañas en ese garito. Fue una “exageración” decir que su hermano era un simple comercial como tantos otros en este país. Lo es porque no hay constancia de que otros comerciales de este país hayan ganado 230.000 euros en comisiones contratando con el Gobierno autonómico presidido por tu hermana. Quizá la mayor “exageración” de todas sea llamar libertad a regar con dinero público a un ejército de medios que repetirán cada una de tus mentiras hasta que ocupen más espacio que la verdad. Un serio problema para la democracia, dicen algunos. Animar las tertulias, dice MAR.
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