Sara Acosta Urdax (Navarra) —
El salmón atlántico, una especie en peligro de extinción, apareció en el lado español de un río transfronterizo con Francia semanas después de que una asociación de pescadores lograra tirar la barrera fluvial que les impedía remontar el río. Es la primera vez que se ve esta especie en esta zona desde que hay registros.
- Una retroexcavadora retira la presa durante las obras de demolición. Peche 64
Una noche del pasado otoño, dos investigadores franceses cruzan la frontera con España caminando por un pequeño río en Navarra. Se mueven con sigilo en mitad de la oscuridad, son dos sombras solo acompañadas por la luz de sus frontales. Ellos mismos deben verse bastante sospechosos, pues antes de salir llaman a la Guardia Civil española: avisan de que no son criminales, simplemente buscan salmones.
El Ugarana (en francés Nivelle y en euskera Urdazuri) es un río franco-español que fluye por el norte de Navarra y el departamento de Pirineos Atlánticos en Francia. Discurre por los pequeños pueblos de Saint-Pée-sur-Nivelle y Ascain antes de desembocar en el golfo de Vizcaya en la bahía de San Juan de Luz.Los dos investigadores caminan apuntando sus luces hacia el agua nocturna de este pequeño río transfronterizo en el País Vasco. Al cabo de un rato, los ven. De piel dorada como la de una sardina, varios salmones nadan por el Ugarana, donde hasta ahora no se tenían datos de su presencia en la parte española, no había ningún registro histórico.
“Fueron los chicos franceses los primeros que vieron salmones en esta parte. Me avisaron y al día siguiente fuimos juntos, y ahí estaban, los vimos desde la orilla, cinco ejemplares y tres nidos”, cuenta Josu Elso, técnico de gestión ambiental en el Gobierno de Navarra.
Estos peces nunca habían remontado el río entero, no podían. Cada vez que lo intentaban, se daban contra un muro. Se trataba de la presa instalada por un empresario francés dueño de una piscifactoría situada en el borde mismo del río, que nunca aceptó construir un paso para peces en la presa de cinco metros de altura que bombeaba agua para alimentar las piscinas de truchas arcoíris. La ley francesa, como la española, obliga a abrir estos pasos y permitir que los salmones puedan seguir su camino. El caso de este empresario había llegado incluso a los tribunales tras la denuncia de la asociación de pescadores de los Pirineos Atlánticos. Pero las demandas, que prosiguieron durante años, nunca prosperaron.
Charlie Pichon trabaja en esta federación de pescadores como experto en restauración ecológica. Ha sido el responsable de negociar una solución sobre esta barrera, pero no con el propietario, que murió hace algunos años, sino con su hija, heredera de las instalaciones. El colectivo de pescadores, al que Pichon representa, ya no quería un paso para peces, sino que se tirara la barrera, liberar el río y ayudar a que el salmón, una especie emblemática en declive en Europa, pueda recuperarse, al igual que la biodiversidad de esta zona. Su principal argumento era que la piscifactoría no funcionaba desde 2011.
El objetivo de la federación de pescadores era comprar los terrenos a la hija del empresario. “El primer día que empezamos a hablar ofrecí 10.000 euros. Terminé aceptando pagar 80.000, así que no debí negociar muy bien”, se ríe Charlie Pichon mientras explica todo el proceso en el mismo lugar donde estaba la presa. También suelta una carcajada Josu Elso del Gobierno de Navarra, especialista en salmones. En los últimos meses ha trabajado estrechamente con el técnico francés, pero no se conocían en persona. Se han puesto cara al aceptar acudir al río Nivelle para este reportaje.
Desembolsar 80.000 euros para tirar lo que se ha adquirido puede resultar difícil de entender. “Sí, compramos un derecho para destruir”, incide Pichon. En el lugar donde estaban las instalaciones ya no queda nada que recuerde a una factoría de la que salen pescados alimentados en piscinas. El sonido que nos envuelve es el de un río cuando el agua corre libre. La presa ya no está. Las obras empezaron en julio de 2023 y terminaron en octubre de ese mismo año. Apenas un mes después, los investigadores del Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INRA, en sus siglas en francés), avisaron a los técnicos ambientales del Gobierno de Navarra de que habían visto salmones en la parte española del río.
El dinero para pagar por la piscifactoría, la presa y el terreno salió de la federación de pescadores de Francia y de una pequeña subvención de organizaciones oficiales de protección del agua. Pero aún quedaba sufragar toda la restauración del ecosistema. Y esto ha sido posible gracias a la ayuda económica de una pareja de filántropos que está detrás del movimiento Open Rivers, una iniciativa que busca derribar pequeñas presas en Europa y restaurar los ecosistemas. Lisbet Rausing, nieta del cofundador del imperio Tetra Pack –la compañía sueca que inventó el tetrabrik– y su marido Peter Baldwin, profesor e investigador de Historia en la Universidad de California, han donado 50 millones de dólares entre 2021 y 2027 para derribar barreras fluviales.
Solo han pasado algunos meses desde que ya no hay ninguna barrera en el Ugarana y el río se ha recompuesto, recuperando miles de toneladas de sedimentos que estaban bloqueados al otro lado de la presa y que son claves para que los salmones encuentren espacios donde reproducirse. Pero también para crear nuevos meandros y conseguir que baje la temperatura del agua, que sube hasta dos grados cuando hay una presa. Josu Elso precisa que el problema para el salmón no son solo las presas en sí mismas: “Nosotros hemos hecho seguimiento de salmones. Estamos en el límite sur de la distribución de la especie, que necesita aguas frías, y en estos veranos que hemos pasado últimamente con estas olas de calor los salmones se morían solos, de forma natural. Por lo tanto, conseguir que no suba la temperatura por culpa de una presa que no tiene ningún sentido es clave”. El proyecto surgió después de conocer que en Europa hay 1,2 millones de obstáculos en los ríos europeos, es decir, ya no sabemos lo que es un río salvaje. Pregunto a Charlie Pichon cómo fue el día que empezaron las obras de derribo de la presa. Se emociona. Recuerda el champán y el estrés dejado atrás después de haber dedicado cada día de los últimos tres años a este proyecto: las tensas negociaciones con la heredera, la oposición de algunos colectivos a que se tirara la presa, los registros ante notario de cada paso dado hasta que la pala de la retroexcavadora rompió la primera piedra. “También me tuve que pelear con el operario de la máquina, que tampoco lo entendía, decía que era peor para el río”, recuerda divertido.
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