Rafa León · 12/5/2019 La mamporrera -Victoria Prego-
"Que un señor con esa fortuna forme parte de una lista electoral debería ser recibido como una garantía de que no se va a dedicar a ‘forrarse’". Victoria Prego
Mi padre nos decía
a menudo que no era
posible hacerse rico trabajando.
Mi padre trabajaba
a turnos y, como éramos
pobres, cada semana
jugaba unas apuestas
simples a la quiniela.
Quien juega por necesidad,
nos decía mi madre,
tarde o temprano acaba
perdiendo por obligación.
Ahora viene Victoria
Prego a decir que es bueno
que gobiernen los ricos
pues son la garantía
de que nadie nos venga
a robar a los pobres.
Como si la riqueza
fuera un don de los cielos
y no el sucio producto
del saqueo al obrero,
el tráfico de drogas
o de seres humanos
—prostitutas, esclavos–
y otras suertes de crímenes,
tantos que no tendrían
cabida en el más largo
de todos los poemas.
Qué regalo, Victoria
Prego, para los capos
de la mafia, han debido
ser tus necias palabras.
Qué regalo también
para la plutocracia, ese régimen
destinado a agrandar,
con leyes a medida
de los ricos, la infame
brecha que los separa
de los empobrecidos.
Y si en algún momento
esas leyes no bastan,
siempre tendrán los ricos
dispuesta en la recámara
la bala del fascismo.
Mi padre, que jamás
robó un duro y que nunca
se habría, como Amancio
Ortega, dedicado
a explotar al obrero,
se murió siendo pobre,
porque en este país
de todos los demonios
siempre, salvo contados
paréntesis históricos,
ha gobernado el rico
o alguno de sus fieles
y sucios mamporreros.
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