julio 30, 2021

MARE of EASTTOWN, Kate Winslet. Por ISABEL COIXET

 Caty Rubalcaba Alonso    13/6/21

MARE OF EASTTOWN. POR ISABEL COIXET.

Una pequeña ciudad norteamericana. Pensilvania. Factorías abandonadas Adolescentes perdidos Interiores desordenados donde yonquis acumulan desperdicios. Familias desestructuradas donde no se habla de las tragedias que han sacudido a sus miembros.

Crímenes sin resolver. Y, en medio de todo esto, una mujer policía que intenta hacer malabares entre su trabajo, el cuidado de un nieto cuyo padre se suicidó, su hija lesbiana adolescente, los reproches de la comunidad que exige que resuelva crímenes y desapariciones y la presencia constante de un exmarido que va a casarse con otra mujer, entre otras cosas. Los andares de Mare, la manera en que se agarra al cigarrillo electrónico para no estallar o la resignación con que acepta una cerveza Rolling Rock, sabiendo que no debería, revelan a una mujer que sabe que el precio de resistir es echarse el mundo a la espalda. Ver el de Kate Winslet pasar en un segundo de la indiferencia al dolor al narrar el suicidio de su hijo es asistir a un recital de interpretación, como hacía mucho tiempo que yo no veía en una serie de televisión. Le basta levantar la mirada, reprimir las ganas de llorar, mirar hacia su regazo, para que sepamos la devastación que lleva dentro. Mare of Easttown es un canto a la resiliencia: a todas las mujeres que día a día sacan adelante a sus familias, navegando entre ellas y un trabajo altamente estresante, sin esperar comprensión, cariño o gratitud. Mujeres que no tienen tiempo de peinarse, de cocinar, de maquillarse, de vivir. Veo esta serie sin importarme quién mató a quién o por qué. Me molestan profundamente las escenas de los crímenes: el riachuelo donde yace una adolescente desnuda, el sótano donde se tienen cautivas a otras dos. Los guionistas del mundo podrían evitar estos tópicos a poco que se lo propusieran. Ya sé que estas cosas pasan continuamente en el mundo real, pero no veo la necesidad de retratar en la pantalla actos que de alguna manera perpetúan estereotipos que no llevan a ninguna parte. Veo Mare of Easttown para ver el cuerpo y el rostro de una actriz que ha comprendido que destrozarse el rostro y el cuerpo para aparentar una edad que no tiene es sólo una muestra de inútil desesperación. Una actriz en pleno dominio de sus facultades. Una actriz sublime ante la que hay que descubrirse. A veces rebobino algún momento del capítulo semanal para ver como es posible expresar tanto con tan poco: un encogimiento de hombros, un soplido, un suspiro, un mechón de pelo que se sale de una cola de caballo.
No sé cuánto de Kate Winslet hay en su personaje de Mare of Easttown, lo que sí sé es que millones de mujeres que nunca hemos lucido una chapa de policía hoy nos sentimos un poco más acompañadas en nuestros cabreos, nuestras penas, nuestra resiliencia, nuestra caótica manera de estar en el mundo. Porque, como Mare, también muchas de nosotras, si tiraran un bidón de leche contra nuestra ventana, nos sacudiríamos con indiferencia los cristales de la cabeza y seguiríamos comiendo un bocadillo.

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