septiembre 09, 2021

Simone Biles dice basta ya a la explotación olímpica

 DIARIO16.COM   28/7/21

Simone Biles, todo un símbolo de la lucha por los derechos de la mujer y los negros, deja los Juegos Olímpicos. Un problema de ansiedad ha podido con la mejor acróbata de todos los tiempos que estaba llamada a coronarse emperatriz de Tokio, desbancando en el trono de la sublimación atlética a aquella Nadia Comaneci que quedó en el recuerdo de toda una generación. La Comaneci –que con solo catorce años consiguió el primer diez de la historia en los Juegos de Montreal–, era “una máquina de hacer gimnasia”, según cuentan sus entrenadores y quienes compitieron a su lado. Ese es el gran drama existencial de estas pequeñas niñas gráciles atrapadas en un monstruoso laberinto de potros, aros y barras metálicas paralelas: que las despojan del vicio del fallo (sin error no hay nada humano), que les arrebatan una cualidad esencial, que las convierten en seres programados para ganar. Las reducen a muñecas volátiles de feria, a androides infalibles, a la categoría de máquinas de carne y sudor.

En un momento dado, Simone Biles abandonó el escenario olímpico mientras Rusia y Estados Unidos se jugaban la final por equipos. La diminuta y fibrosa gimnasta de las piruetas imposibles no pudo resistir la tensión, hizo mutis por el foro y salió de la luz de los focos sin decirle nada a nadie. Estaba rota, hundida, abatida. ¿Qué le había ocurrido al bello colibrí negro de dulce sonrisa que siempre queda suspendido en el aire para pasmo de los espectadores? “Muchas veces siento de verdad como si cargara sobre mis hombros el peso del mundo. Sí, ya sé, hago como si nada y hasta parece que la presión no me afecta, pero, narices, a veces es demasiado difícil”, confesó en su cuenta de Instagram (...)

Biles ha sido una de las pocas valientes que se han atrevido a salir de la burbuja diabólica en la que son recluidas, como niñas prodigio, para tomar partido por las causas justas de este mundo. Ella fue una de las que animó a denunciar los casos de discriminación racial, injusticia y abuso, como ese turbio episodio de las violaciones perpetradas por Larry Nassar, el depravado médico que sometía a las gimnastas norteamericanas a toda clase de vejaciones sexuales.

Ahora Biles se ha cansado de ser la acrobática marioneta sostenida por hilos y manos de otros, por directivos con puro y tirantes, por entrenadoras tiránicas, por un país ávido de chovinismo barato en forma de medallones de oro. “Tenemos que proteger nuestros cuerpos y nuestras mentes y no hacer siempre lo que el mundo quiere que hagamos”. Nunca antes se puso un epitafio deportivo tan bello y hermoso (...)

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