Manuel Rivas · 3/9/2018
1. Cataluña no es un pueblo oprimido.
Por supuesto, en Cataluña hay opresión, hay gente que sufre la opresión. Los pobres inmersos en un sistema que no les deja salir de la pobreza. Un sistema opresor de los más débiles sostenido por las élites.
Pero esos oprimidos los hay en todas partes. Los hay en Cataluña y en Castilla y en Andalucía y en Burundi (ahí, desde luego, más)
Pero Cataluña como tal, no. Cataluña, señoras y señores, no es Palestina.
2. Tengo hijos en Cataluña. Con bastante frecuencia voy por allí, la última vez hace dos semanas. He visto discusiones, unas tranquilas y otras apasionadas. Pero jamás con agresividad. Nunca he visto gente discutiendo a puñetazos. Puede que haya ocurrido algún caso puntual. Pero, quede claro, puntual. Y alguno de los casos que han salido en los medios, manipulado. Hay una violencia bastante mayor alrededor de los campos de fútbol.
Sin embargo, miras algunas publicaciones en redes, pones los debates pseudo-políticos de las televisiones o la radio, escuchas las diatribas de Rivera o Casado y te da la impresión de que hay batallas campales por las ramblas.
Mentira.
Pero se diría que hay gente en los medios de comunicación y en la derecha política a quienes interesaría que eso ocurriera. Son peligrosos provocadores.
3. Una gran parte del apoyo a los independentistas en Cataluña ha nacido y crecido tras la actuación policial ordenada por el ínclito ministro Zoido (no olvidemos: del PP y a las órdenes de Rajoy)
Además, esa actuación ha tenido un segundo efecto secundario. Ha aupado a la Presidencia del gobierno de la Generalitat a un impresentable de tintes xenófobos y ha fabricado una oposición que, más que centralista, ha adquirido modos autoritarios de nacionalismo “castellano-español” en el que se siente muy cómoda la extrema derecha con tintes fascistoides.
El contenido de este último párrafo es lo más preocupante.
4. ¡Suerte, Cataluña y suerte, España!
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