Amelia Díaz Benlliure · 28/8/2018
[Luis Díaz Castilla. Maestro. Republicano.
Elena González de Arriba. Madre de cuatro niños y embarazada del quinto. Republicana.
Peñarroya (Córdoba). Mis abuelos.
Mi abuelo paterno murió en Brunete, defendiendo a un superior y
defendiendo a la República, legalmente elegida en las urnas. Mi abuela
materna recibió una paliza, por mostrarse orgullosa de su marido,
estando a punto de parir. Murió poco después de dar a luz.
Elena, 12 años. Acogida por unos tíos y puesta a servir en una casa en Córdoba.
Luis, 11 años. Acogido por otros familiares y metido en una mina.
Pepe, 6 años. Dejado en un hospicio en Córdoba.
Juan, MI PADRE, 3 años. Dejado en un hospicio (primero, en la casa cuna) en Córdoba.
Santiago, recién nacido. Acogido por una tía que acababa de parir.
Una familia joven, de maestros, llenos de proyectos, de sueños de libertad y de igualdad. Cinco niños inocentes. Siete vidas destrozadas.]
Como decía, mi padre se crió en un hospicio.
Cuando tenía doce o trece años, por su buen carácter y por su desparpajo, las monjas le hicieron botones. Y comenzó a hacer encargos, saliendo del edificio. Para ello, muchas veces, tenía que atravesar la zona de las chicas. Un día, una de las jóvenes le miró. Y una monja se dio cuenta. Al día siguiente, la chica llevaba el pelo al cero.
Nada, solo son anécdotas.
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Elena, 12 años. Acogida por unos tíos y puesta a servir en una casa en Córdoba.
Luis, 11 años. Acogido por otros familiares y metido en una mina.
Pepe, 6 años. Dejado en un hospicio en Córdoba.
Juan, MI PADRE, 3 años. Dejado en un hospicio (primero, en la casa cuna) en Córdoba.
Santiago, recién nacido. Acogido por una tía que acababa de parir.
Una familia joven, de maestros, llenos de proyectos, de sueños de libertad y de igualdad. Cinco niños inocentes. Siete vidas destrozadas.]
Como decía, mi padre se crió en un hospicio.
Cuando tenía doce o trece años, por su buen carácter y por su desparpajo, las monjas le hicieron botones. Y comenzó a hacer encargos, saliendo del edificio. Para ello, muchas veces, tenía que atravesar la zona de las chicas. Un día, una de las jóvenes le miró. Y una monja se dio cuenta. Al día siguiente, la chica llevaba el pelo al cero.
Nada, solo son anécdotas.
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