Jose Jurado ha compartido un enlace. exit-express.com 28/10/2018
“Una
costumbre esquimal ofrece a una persona enrabietada aliviarse caminando
en línea recta por el paisaje hasta sacar la emoción de su sistema; el
punto en el cual vence a la rabia se marca con un palo, como testimonio
de la fuerza o la longitud de su rabia”, Lucy Lippard “Overlay”.
No caminamos y al perder esa actividad hemos dejado junto con ella otros aspectos imprescindibles de la condición humana. El tiempo en el que caminábamos era un tiempo para nosotros, un momento propio, privado, en el que meditábamos sobre mil cosas, trascendentales unas y cotidianas otras, pensábamos, relajábamos cuerpo e ideas. Medíamos el mundo y su extensión con nuestros pies, porque el mundo realmente mide lo que nosotros podamos medir con nuestros pasos: del trabajo a casa, de mi casa a la tuya. Ahora el mundo se nos queda pequeño y no nos importa ni lo trascendental ni lo cotidiano. Tardamos menos en cruzar el mundo que nuestros abuelos tardaban en llegar a la aldea desde el pueblo y nos creemos que somos mejores que ellos por ese dominio de la velocidad, cuando no distinguimos entre las diferentes yerbas del camino, ni sabemos desde donde sopla hoy el viento, ni si ese rumor de nubes avecina lluvia. Sólo los animales saben por el olor del aire cuando se acerca el peligro, pero a ellos les consideramos inferiores, no han evolucionado en el camino correcto, pensamos. Pero la realidad es que ese espacio que antes era un paseo amable hoy no lo recorremos por miedo a no poder aparcar. Lo cierto es que hoy, mi casa y la tuya están más lejos que nunca. Lo que antes fue nuestro modo de transporte, nuestra capacidad de movimiento, hoy es simplemente una actividad de ocio.
No caminamos y al perder esa actividad hemos dejado junto con ella otros aspectos imprescindibles de la condición humana. El tiempo en el que caminábamos era un tiempo para nosotros, un momento propio, privado, en el que meditábamos sobre mil cosas, trascendentales unas y cotidianas otras, pensábamos, relajábamos cuerpo e ideas. Medíamos el mundo y su extensión con nuestros pies, porque el mundo realmente mide lo que nosotros podamos medir con nuestros pasos: del trabajo a casa, de mi casa a la tuya. Ahora el mundo se nos queda pequeño y no nos importa ni lo trascendental ni lo cotidiano. Tardamos menos en cruzar el mundo que nuestros abuelos tardaban en llegar a la aldea desde el pueblo y nos creemos que somos mejores que ellos por ese dominio de la velocidad, cuando no distinguimos entre las diferentes yerbas del camino, ni sabemos desde donde sopla hoy el viento, ni si ese rumor de nubes avecina lluvia. Sólo los animales saben por el olor del aire cuando se acerca el peligro, pero a ellos les consideramos inferiores, no han evolucionado en el camino correcto, pensamos. Pero la realidad es que ese espacio que antes era un paseo amable hoy no lo recorremos por miedo a no poder aparcar. Lo cierto es que hoy, mi casa y la tuya están más lejos que nunca. Lo que antes fue nuestro modo de transporte, nuestra capacidad de movimiento, hoy es simplemente una actividad de ocio.
La
actividad de ocio del caminar la puedes extender a la de bici.
Iniciamente era para desplazarse, ahora uno lo hace en coche y para
"hacer deporte" se disfraza y monta en bici.
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