Amelia Díaz Benlliure 18/12/2018·
«Ya, ya, que no todos los hombres somos iguales. Claro. Los hay altos y bajos, guapos y feos, zotes y cultos, anarcos, podemitas, pseudoprogres, conservadores y carcundios; con barba poblada y lampiños, tirillas y musculosos, intelectualmente breves y auténticos lumbreras; comprensivos y autoritarios, conformistas y rebeldes, pichabravas instantáneos y afectos de disfunción eréctil. Cada hombre es distinto. Y todos sujetos a la estadística. Esa que dice que 1 de cada 100 mujeres ha sufrido un intento de violación a lo largo de su vida. O que el 40% de nuestras compañeras sufren a lo largo de su vida un episodio de violencia machista. Lo que nos convierte a nosotros, al 1 por 100 de nosotros, en violadores; y al 40% de nosotros, en criminales maltratadores. Esa es la realidad. Y está muy bien que escribamos poemas, que organicemos actos contra el terrorismo machista, o que participemos en ellos. Pero tendremos que hacer algo más, compañeros. Tendremos que ayudar a nuestras compañeras con algo más que palabras. Que cuando conozcamos a alguien que insulta en twitter a las mujeres, que las llama feminazis, que se burla de ellas, o directamente que es un maltratador, o un acosador, le cueste caro. Que sienta miedo de escribir sus bazofias; que tenga miedo de escupir su ira en público. Miedo físico, literalmente que tenga miedo de su condición de bestia, al menos el mismo miedo que sienten ellas cuando salen a correr, o cuando vuelven de noche a casa o atraviesan un parque con la sensación de que las puede acosar, asaltar, asesinar... un cabronazo de los nuestros.»
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