Antonio Larrey Lázaro en EL TRASTERO DE LA IMAGINACION · 18/12/2018
SON ELLAS:
Son ellas. Ni tú ni yo, a los que nos cuelga lo que nos cuelga. Ellas. A ellas. A tu madre, a tu hermana, a tu mujer, a tu hija...Y luego, todavía tenemos que escuchar a imbéciles (que me perdonen los imbéciles) a caballo sandeces sobre las denuncias falsas o la nacionalidad del asesino. Mientras tanto son ellas, a ellas. Ellas son las que mueren. A ellas es a quienes maltratan. Ellas son las violadas. Ellas son las humilladas después en las sentencias. Ellas las asesinadas. Y no nos confundamos. No las matan, ni las violan, ni las agreden hombres. No. Lo hacen asesinos, agresores sin escrúpulos y violadores. Porque los hombres, los de verdad, no matamos, ni violamos, ni agredimos, ni humillamos. Creedme. Pero nosotros, solo por ser hombres, no miramos a nuestra espalda cuando entramos en un portal. Nosotros no valoramos la profundidad de nuestro escote, ni la altura de nuestra falda. Nosotros no nos planteamos si es sensato salir a la calle a ciertas horas. Nosotros no tenemos que quedar con otra amiga para salir a correr porque tenemos miedo a que nos secuestren, nos violen, nos maten. No. Eso les pasa a ellas. Así que, por favor, no caigamos en las redes de políticos oportunistas con déficit congénito de empatía. Ni en líneas de opinión simplistas, porque mientras tanto, ellas siguen muriendo. Es tan sencillo como difícil de digerir. Y lo siento. Mucho. Por ellas y por nosotros, los hombres de verdad, los que no matamos, ni violamos, ni maltratamos. Solo las ganas de vomitar me quitan las ganas de llorar.
Son ellas. Ni tú ni yo, a los que nos cuelga lo que nos cuelga. Ellas. A ellas. A tu madre, a tu hermana, a tu mujer, a tu hija...Y luego, todavía tenemos que escuchar a imbéciles (que me perdonen los imbéciles) a caballo sandeces sobre las denuncias falsas o la nacionalidad del asesino. Mientras tanto son ellas, a ellas. Ellas son las que mueren. A ellas es a quienes maltratan. Ellas son las violadas. Ellas son las humilladas después en las sentencias. Ellas las asesinadas. Y no nos confundamos. No las matan, ni las violan, ni las agreden hombres. No. Lo hacen asesinos, agresores sin escrúpulos y violadores. Porque los hombres, los de verdad, no matamos, ni violamos, ni agredimos, ni humillamos. Creedme. Pero nosotros, solo por ser hombres, no miramos a nuestra espalda cuando entramos en un portal. Nosotros no valoramos la profundidad de nuestro escote, ni la altura de nuestra falda. Nosotros no nos planteamos si es sensato salir a la calle a ciertas horas. Nosotros no tenemos que quedar con otra amiga para salir a correr porque tenemos miedo a que nos secuestren, nos violen, nos maten. No. Eso les pasa a ellas. Así que, por favor, no caigamos en las redes de políticos oportunistas con déficit congénito de empatía. Ni en líneas de opinión simplistas, porque mientras tanto, ellas siguen muriendo. Es tan sencillo como difícil de digerir. Y lo siento. Mucho. Por ellas y por nosotros, los hombres de verdad, los que no matamos, ni violamos, ni maltratamos. Solo las ganas de vomitar me quitan las ganas de llorar.
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