Fernando Broncano R 2/10/21
En 1870 se comenzó a planificar lo que entonces se concibió como una línea de ferrocarril de primera importancia que conectase el oeste peninsular. En 1896 se abría el tramo Astorga-Palazuelo (Badajoz), que terminó siendo la Via de la Plata, Gijón-Sevilla. Tuvo diversos avatares hasta que el primer gobierno socialista (así, poco antes de entrar en la OTAN), en 1984, decidió que no era rentable y el 1 de enero de 1985, casi cien años después, cerró la línea que tantas veces usamos para viajar al sur o al norte.
Se despertó una conciencia reivindicativa que nunca ha acabado. Ahora, como compensación, se está convirtiendo en una vía verde para que paseemos y hagamos bicicleta. Uno de los signos más terribles de la división territorial y social del trabajo y la economía. Desde luego, como suelo postear aquí en fotos de paseos, disfruto mucho de esos caminos y hermosos paisajes, entre campos cada vez más abandonados y restos de bardas y lo que fueron en otro tiempo viviendas, pero lo hago con un rencor que no se apaga con los años.
Muchos fresnos centenarios que aún son podados para alimentar fuegos de lares, olivos ya cargados que esperan la recolección, la Sierra de Béjar en el horizonte. Todo tan hermoso como triste.
Algún próximo día, cuando la necesidad de tierras raras, litio, uranio, cadmio, y otras materias del mundo futuro llene la Raya de agujeros a cielo abierto, los gobiernos se dirán que no se debió cerrar sino cuidar y ampliar esta impresionante obra ingenieril de la Restauración.
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