Las bajas cifras de denuncias durante el estado de alarma son, paradójicamente, una pésima noticia. Según la
Dirección General de Policía, entre el 16 de marzo y el 16 de mayo de
2019, se denunciaron 239 casos de violencia sexual contra menores. Entre
el 16 de marzo y el 16 de mayo de 2020 se han denunciado 84 casos, un
64,85% menos.
Nico tiene 7 años.
Vive
con su madre, su padre y una hermana de 3 años en la habitación de un
piso que la familia de Nico comparte con otras dos familias de dos y
tres hijos, cerca de la madrileña Plaza de Castilla. Antes vivían los
cuatro en otra casa que estaba mejor, con la cocina y el baño para ellos
solos, con una habitación para él y su hermana... Pero su padre se quedó sin trabajo
y el de limpiadora de su madre no llegaba para pagar el alquiler, así
que se vinieron a esta habitación con dos camas y vistas a un patio
interior. Apenas levantan la persiana, porque en el patio no hay luz y
tienen tan cerca la ventana del vecino de enfrente (o vecina, nunca se han visto) que Nico cree que puede tocarla con su mano.
Durante el mes y medio que ha durado el confinamiento total por la pandemia, Nico y su familia han estado encerrados en la habitación, envueltos en la semipenumbra que provoca la televisión pequeña del padre y el silencio que impone su ira.
Ya no juegan. Han salido poco de la habitación, apenas al único baño de
la casa y siguiendo turnos con las otras dos familias para lavarse
rápidamente. A la cocina solo va mamá a hacer comida para todos y la
llevan a la habitación. Papá es quien suele ir a a la calle a por
alimentos, sea al comedor social o a esos sitios que te dan cosas
gratis, pasta, legumbres, galletas... que luego mamá les prepara.
Cuando
se va papá es cuando Nico se queda más feliz, con su madre y su
hermanita. Los tres solos en la habitación de dos camas. A veces, papá
vuelve pronto -para Nico siempre es pronto; antes de estar encerrados, por lo menos, lo veía menos- y
se queda en la cocina bebiendo vino y cerveza, solo o con otros vecinos
de la casa. Nico reza angustiado para que papá beba tanto que se
desplome en la cama a su lado y no pueda moverse en toda la noche. Así
Nico podrá dormir tranquilo, pegado a la pared tratando de no molestar a
su padre, que ha querido dormir con él desde que se trasladaron a esa
habitación. En la otra casa se duchaban juntos, pero no todos los días. (…)
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