febrero 05, 2019

Abuela mía que estás en mi memoria, y en ella habitas, y en ella permaneces, de Marisa Peña

Marisa Peña ·     25/1/2019
Cada vez que enhebro una aguja recuerdo a mi bella miliciana. Coso poco y rudimentariamente, pero lo poco que sé ( coser un botón, meter un bajo, zurzir un descosido...) lo aprendí de ella, como aprendí tantas otras cosas. Con cada puntada torpe de mi mano y firme de la suya, aprendí la historia familiar, el nombre de mis muertos, el sabor de la sangre, el olor de la metralla, el triste sonido de los sueños hechos añicos, el dolor de las rejas que separaron a mi abuelo de la vida que mereció vivir y nunca pudo. Con cada hilo nuevo, enhebrado otra vez, aprendí lo que era una mujer libre, y el significado de la palabra dignidad, y de la palabra pueblo, y de la palabra miliciana. Aprendí las viejas palabras que habían invocado la revolución: palabras-pájaro, palabras-mariposa, palabras-garra... palabras como pan, justicia, fraternidad, anarquismo, camarada, compañera, brigadas internacionales, colectivización. Aprendí también, con cada dobladillo y cada pespunte, que la lucha de clases y la alfabetización no estaban reñidas con los labios rojos y los vestidos de flores, y que amar, y reír y bailar no eran los enemigos de la revolución. Con cada hilo sostenido entre los labios aprendí que el poder es oscuro y tiene oscuras intenciones, y que desde una pizarra, una tarima o un libro se hace mucho por cambiar el mundo. Así que cada vez que enhebro una aguja, desde mi natural torpeza para esos menesteres, acuden volando todos los recuerdos, y huele a Myrurgia y a lavanda, y hay risas y cabellos blancos, e historias de libros prohibidos y rescatados... Y cuando doy la última puntada, y corto el hilo, mi bella miliciana me sonríe, y yo pronuncio mi personal letanía para conjurarla y traerla hasta mí, y desamordazarla, y regresarla: "abuela mía que estás en mi memoria, y en ella habitas, y en ella permaneces..."

Marisa Peña. Mi bella miliciana.

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OTRO ASUNTO EN PERROFLAUTAS DEL MUNDO:   Pesadilla gregoriana: calamidad causada por la codicia desenfrenada, el militarismo imbécil y la indecencia absoluta 

 

 

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